Quizá habría estado en La Murta con Álvaro, Conchi y Rubén, o en casa sufriendo, atado a la retransmisión radiofónica y compartiendo agonías por whatsapp con Juanjo, Fer, Miguel, Carlinhos, Blanco y Omar, pero la boda de Rafa me reclamaba en Zamora el pasado sábado. Los goles tempraneros del Olímpico cayeron como jarro de agua fría, que era justo por lo que suspiraba, embutido en traje y corbata bajo el inmisericorde sol del Duero. Tuve que ser portador de malas noticias para mis padres y mi hermano. Se repetía el ritual informativo pero esta vez no anunciaba tantos de Nacho Sánchez, de Vitolo o de Cristo Medina, como cada fin de semana de Provincial, de Regional y de Tercera. Llegaba en Játiva la primera gran derrota de Unionistas al acabar su tercera temporada de competición y nos sorprendía a contrapié, ilusionados con alargar el curso un par de domingos más.
El partido en el que nada salió como queríamos había finalizado, pero yo aún jugaba otro, en el contexto divertido de la boda de un amigo. Era en Zamora, donde a solas pasé a duras penas la salvación "d'alessandriana" de Villarreal en junio de 2010. Ahora servía para el reencuentro de salmantinos por el mundo, compañeros de estudios y de profesión. Como tantas veces, la Unión en las conversaciones, que aparece como ejemplo de una pérdida de la que lamentarse (otra más) y como un vínculo que nos convocaba para sufrir a menudo, a unos pocos, y celebrar ocasionalmente, a bastantes. Quique y yo, de las veces que habremos visto el vídeo, hasta recordábamos a aquel empleado de pelo blanco del Albacete que pasaba junto a la esquina cuando el añorado Antonio Díaz se disponía a colgar el balón del ascenso, en aquella noche del glorioso junio del 95. A él no le dejaron sus padres salir a festejar a la Plaza, pero dos junios más tarde sí estuvo en Vitoria. Me contaba que cuando bajamos a Segunda B en 2005, siempre en junio las blancas alegrías y los negros disgustos, ya no renovó el abono, y que ahora, fuera de Salamanca, "todavía no me he hecho socio de Unionistas".
Bajo la luna llena del Duero, que nos regalaba una noche plácida y serena, le conté lo que se vivía en la Sindical y lo que se vive en Las Pistas. Mientras tanto, detestaba una vez más la división entre los viejos aficionados de nuestra U.D.S., y deseaba que Salamanca se atreviera a construir, lo que no hizo con su club histórico desaparecido hace cuatro años. Quique entonces me decía que el Helmántico era un lugar entrañable para él (incluso descubrimos que compartíamos Preferencia, él en los impares y yo en los pares), pero que ante todo había de respetarse que la U.D. Salamanca vivió noventa años y no tiene sentido crear para ella una artificial segunda etapa. Su "todavía" es el de muchos que respaldan el homenaje frente a la emulación, y que en la sonora derrota de Játiva reconocen lo áspero de la travesía. El destino, las estrellas, que dictan el veredicto de todo un año en noches de junio. No sabemos cuáles son esos astros, cada uno pensará en los suyos, pero sé que los míos tienen nombre, cara y número de socio, unionistas con minúscula que en La Murta, simplemente, aprendieron a caminar.
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