El reconocido director artístico, responsable de la ambientación de 'La virgen roja', ha relatado su trayectoria profesional
La Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca se convertía este lunes en punto de encuentro para los amantes del cine y el diseño artístico. El prestigioso director de arte Javier Alvariño, galardonado con el Premio Goya a la Mejor Dirección de Arte por la película 'La virgen roja', regresaba a las instalaciones en las que estudió para compartir su experiencia profesional y método de trabajo con estudiantes y docentes.
Al inicio de la charla reconocía que volver a la Facultad era "muy especial y muy estimulante, porque tengo muchos recuerdos de mi paso por aquí como estudiante". "No fui el mejor alumno, porque no venía mucho, aunque no saque malas notas", recordaba.
Del mismo modo, evocó su primera experiencia profesional en 2001 con "Octavia", película dirigida por el legendario cineasta salmantino Basilio Martín Patino. "Por alguna razón le caí bien a Basilio, que confió en mí cuando tenía 22 años", apuntaba
El encuentro, que contó con la presencia de la vicerrectora de Cultura, Matilde Olarte, permitió a los asistentes conocer de primera mano las técnicas y procesos creativos de uno de los profesionales más destacados del cine español actual.
Javier Alvariño inició su andadura profesional en 2001 con "Octavia", película dirigida por el legendario cineasta salmantino Basilio Martín Patino. Desde entonces, su carrera ha estado vinculada a algunos de los proyectos más relevantes del panorama cinematográfico español, colaborando con directores de la talla de Paco Plaza y J. A. Bayona.
Entre sus trabajos más destacados se encuentran producciones como "Mientras duermes", "Verónica" y "Grand Piano", donde su capacidad para crear atmósferas visuales potentes ha sido fundamental para el éxito de estas películas. Su meticuloso trabajo en "La virgen roja" le valió el reconocimiento de la Academia de Cine, gracias a una ambientación que recrea con precisión la España de los años 30 y contribuye decisivamente a transmitir la atmósfera opresiva que envuelve la historia real de Hildegart Rodríguez.
Fotos de Ángel Puma