OPINIóN
Actualizado 20/03/2023 14:34:03
María Jesús Sánchez Oliva

Se han cumplido tres años desde aquel viernes 13 de marzo en el que regresamos a casa como todos los días y no pudimos volver a salir hasta junio.

Los peores meses

Las quincenas de confinamiento se sucedieron unas a otras y fueron los meses más duros de la pandemia. Entre las cuatro paredes de casa pasamos los días asustados por la cifra de muertos que crecía como por ensalmo, con tanto miedo de vacunarnos como de no hacerlo, preocupados por los trabajadores esenciales… Teníamos muchas horas libres, pero había que hacer acopio de fuerzas para emprender cualquier tarea: cada dos por tres nos llegaban malas noticias de amigos, vecinos, parientes y compañeros de trabajo. Tanto miedo daba coger el teléfono cuando sonaba como descolgarlo para llamar a alguien. Poner la radio y encender el televisor era un suplicio. Las noticias siempre eran malas y todas acababan con el mismo mensaje: venceríamos al virus y saldríamos de la pandemia mejores personas. Pero nos precedían muchas tragedias y los buenos siguieron siendo buenos y los malos no dejaron de ser malos.

Buenos y malos

Es verdad y nunca lo olvidaremos que hubo muchos trabajadores que se dejaron la piel en atender a los ciudadanos lo mejor posible. Algunos, incluso, murieron, y muchos quedaron con secuelas que ni siquiera se sabe si tendrán remedio. Pero también los hubo que se dieron de baja para escurrir el bulto y no faltaron los que se desentendieron de sus obligaciones con terribles consecuencias en las residencias de mayores sobre todo. Es cierto que hubo muchos autónomos que no cobraron el servicio a los clientes que tuvieron que cerrar bares, restaurantes y otros establecimientos, pero también hubo dueños de locales alquilados que no perdonaron ni un euro a los arrendatarios y aprovecharon la ocasión para subirles la renta al volver a abrirlos. Seguramente por esto no pocos pequeños negocios acabaron cerrados. Mientras que muchos ciudadanos perdieron su trabajo, otros, los poderosos, hicieron el agosto con mascarillas, guantes, geles… y lo que se les pusiera por delante. Total, que ni todos merecían los aplausos de las ocho de la tarde, ni todos merecían los reproches que sufrieron.

Se han cumplido tres años desde aquel sábado 14 de marzo en el que el Gobierno decretó el confinamiento y empezamos a oír aquello de que el virus nos haría mejores personas a todos, pero no hace falta pensar con toda la cabeza para darnos cuenta de que Ni mejores son los malos, ni peores son los buenos, cada cual seguimos siendo como éramos. Y así nos va.

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