OPINIóN
Actualizado 03/01/2023 08:23:38
Santiago Bayón Vera

Sabia fue la cocina del pastor, desnuda de artificio y un prodigio de armonía entre lo exiguo y lo substancioso, lo sobrio y lo nutritivo, lo frugal y lo reparador. La curiosidad de quien abriera el zurrón de cualquiera de los pastores trashumantes que recorrían España de parte a parte conduciendo rebaños de más de mil ovejas, tendría que trocarse en respeto. Porque digna es de maravilla la cuidada elección de ingredientes sobre los cuales se fundaba su dieta y que, de una forma no por empírica menos efectiva, ha sustentado a un elevado número de hombres durante sus desplazamientos a través de la Península Ibérica.

Los límites aguzan el ingenio. Y en espacio tan limitado como una bolsa de cuero y las alforjas de una yegua caben ingredientes de sobra para alimentarse durante días así como los utensilios precisos para su elaboración. Cuando aquellos pastores echaban a andar con su rebaño por las Cañadas Reales en dirección a las dehesas extremeñas en otoño o a los prados de las montañas castellanas en primavera, sabían que durante el largo trayecto de muchos cientos de kilómetros habrían de transcurrir jornadas enteras sin pasar junto a pueblos o caseríos donde aprovisionarse, y que esos períodos de tiempo serían aún mayores cuando se adentrasen en los valles que conducían a puertos de montaña o atravesaran las regiones desérticas o boscosas que abundaban en ciertas comarcas.

Foto: Santiago Bayón Vera

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