OPINIóN
Actualizado 11/03/2022 09:28:08
Isaura Díaz Figueiredo

¿Alguna vez te has preguntado qué es lo que ocurre cuando conectas con otra persona y un tiempo después descubres aspectos que no te terminan de agradar? La teoría del espejo de Jacques Lacan nos ayuda a entender este proceso. De acuerdo con el autor, la construcción de nuestra identidad personal se produce a través de la captación de uno mismo en otros. De esta manera, las relaciones que mantenemos con los demás son reflejos o proyecciones de aspectos de nuestra personalidad que nos gustan o no nos gustan.

¿Qué es la teoría del espejo?

Al igual que hay partes de nuestro cuerpo e imagen que no nos agradan cuando nos miramos al espejo, también hay aspectos de nuestra personalidad que no aceptamos. Encontramos en los demás reflejos que no encajamos, siendo todo este material reprimido por nuestro inconsciente. Es decir, de alguna manera algunos de los rasgos que menos nos gustan de los demás los identificamos en nosotros, aunque sea de manera simbólica. Así, en parte lo que nos desagrada de los demás también nos desagrada de nosotros mismos.

Constantemente estamos proyectando una parte de nosotros. Así, la teoría del espejo es una visión que propone un cambio de enfoque: de tener que protegernos del otro para que no nos haga daño a una visión de la que nazca una pregunta “¿Para qué estoy viviendo esta situación con esta persona y que hay de lo que no soporto en ella en mí?”. Como por lo general no somos capaces de ver nuestras propias sombras e incluso virtudes, la vida nos da el regalo de las relaciones que vivimos para mostrarnos de un modo directo aquello que está en nosotros. El otro sencillamente nos hace de espejo, reflejándonos y dándonos la oportunidad de encontrarnos.

¿Cómo nos queremos?

“Toda figura de apego nos sirve de espejo, para bien o para mal, ya que la forma en que los demás se portan con nosotros nos da información sobre cómo somos”.

“El enganche con una pareja depende, en gran medida, de la imagen que devuelve de nosotros mismos”.

De esta forma, si nos relacionamos de forma sana, buscaremos a alguien que nos devuelva la mejor versión de nosotros mismos. Sin embargo, cuando escogemos a alguien que refleja lo que menos nos gusta, según la teoría del espejo, podría ser porque de forma inconsciente creemos que no merecemos ser queridos. Así pues, dependerá de cómo nos queramos, buscamos una pareja u otra. Esa persona será el chivo expiatorio de nuestros fracasos.

Con un parche no curamos. Cuando nos hacemos una herida primero expresamos nuestro dolor, y cuando estamos en calma procedemos a limpiar la herida y a curarla con las herramientas adecuadas. No la tapamos y nos olvidamos, porque sabemos que así no se curará. Y además, estamos un tiempo controlando la herida hasta que finalmente se cura. Lo mismo ocurre con otro tipo de heridas.

Todos tenemos heridas emocionales. Las heridas emocionales son todas esas emociones, sentimientos, pensamientos y modos de actuar que nacieron en uno o en varios momentos dolorosos de nuestra vida y que no hemos llegado a superar y aceptar. Nos hemos convertido prisioneros de esas emociones manteniéndonos en una cárcel ficticia. Nuestro bienestar pasa por transformar esas emociones y esos modos de pensar en sabiduría y experiencia, de modo que nos sirvan como impulso para superarnos.

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