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Anda Emilio, el camarero, encerrado en su casa. Está reconcomiéndose y dándole mucho a la mollera. Él, que casi no tiene trato con su familia, ahora se ve en la obligación de convivir con "su parienta", como la llama él, con la que lleva casi treinta años casado y a la que no conoce desde hace veinte.
En su casa, vive también un muchacho de ventitantos, insubordinado, que escucha música a todo volumen y que se encierra en su habitación para aislarse de sus padres.
Emilio, el camarero, está alterado y altera. Busca culpables y reprocha al gobierno todo: el retraso en adoptar medidas, el gasto en sanidad hacia gente que no cotiza, que, ni siquiera tiene sus papeles en regla (no dice lo de "además son negros" porque ya ha aprendido que no es políticamente correcto)?
Emilio, como tantos otros, escupe enfrentamiento en las redes, busca argumentos en prensas sensacionalistas y manipuladoras, promueve denuncias contra Sánchez, insulta al gobierno comunistaamigodeindependentistasyetarras; se inyecta odio en vena.
Emilio, sigue siendo Emilio, el de siempre, el camarero dueño de un bar pequeño de barrio, pero sin la sonrisa que le regala la bayeta de limpiar las mesas y el oficio de rellenar servilleteros.