Llevamos una semana de odio. Y van?
Odio está tras los tiroteos de El Paso y Dayton, en Estados Unidos. En una medida no tan cruenta, está también bajo las cobardes agresiones sexuales en manada. Y, en otra forma, en los escraches a tus adversarios políticos (aquí y fuera de aquí) y en las celebraciones por la excarcelación de asesinos etarras.
Odio.
Cuando parecía que la humanidad se había acostumbrado a la frustración de que no todo es posible y a que la solidaridad es lo deseable, vuelven a exacerbarse las diferencias, a considerar al otro como un simple objeto (sin derechos políticos o para mera y cruel satisfacción de nuestros apetitos sexuales o nuestro afán de exterminio).
El odio, además, está basado en los prejuicios: raciales, sexuales, políticos? En la falsa superioridad de unos sobre otros, sobre la mujer, el extranjero o simplemente la persona distinta y en situación más vulnerable.
Y no la practican sólo los tipos más grises y anónimos de la masa social, sino líderes representativos, como el aventado Donald Trump o el inenarrable Joaquim Torra. Más conocido por sus exabruptos el primero, no olvidemos la calificación del segundo de "bestias con forma humana" a los españoles que no comulguen con el catalanismo.
Ya ven que el fenómeno está extendido y es preocupante por la posición social de algunos de sus ejercientes. Pero es que, además, esos prejuicios sólo son fruto de la ignorancia, como la del asesino de El Paso, quien pretendía evitar "la invasión hispana de Texas" cuando la historia es justamente la contraria: el Estado de la Estrella Solitaria le fue arrebatado por los gringos a México, tras una efímera independencia.
¿Y qué no decir de esos machos en minúscula, que sólo en grupo se sienten suficientemente valientes para violar a mujeres más inteligentes y preparadas que ellos, con más cultura y cuya aportación a la sociedad no consiste en sólo eyacular a lo bestia sobre seres indefensos?
Podríamos hablar también de esos independentistas que ignoran el papel de los vascos en la unidad de España y su expansión territorial o de la españolidad de que se aprovecharon algunos catalanes sin mérito para enriquecerse con el comercio de esclavos y otras industrias que tenían un mercado cautivo.
Odio, prejuicio e ignorancia son pues un peligroso cóctel que en los peores momentos puede atizar guerras y holocaustos y que es obligación de todos evitar pacíficamente.
Enrique Arias Vega