OPINIóN
Actualizado 10/09/2018
Rubén Martín Vaquero

Pocas veces en la Historia de la Humanidad una generación es testigo directo de cambios tan trascendentales, quizá deberíamos emplear la palabra revoluciones, como los que se anuncian a bombo y platillo, aunque nos tapemos las entendederas con nimiedades y no los queramos ver.

Me refiero a las modificaciones físicas y humanas, probablemente irreversibles, a las que estamos asistiendo. Por delimitar campos tan amplios me voy a referir exclusivamente a España. Que el clima ha cambiado con un calentamiento global de la atmósfera en los últimos cincuenta años, lo constatamos las personas que hemos vivido más de medio siglo; los inviernos son más cálidos, los veranos más calurosos, el retroceso de los casquetes polares, la subida del nivel de las aguas en mares y océanos, los cambios en las mareas, los fenómenos meteorológicos extremados con persistentes sequías, inundaciones, escasez de nevadas, etc.

Al mismo tiempo la naturaleza anda despistada; se han alargado estaciones, el ciclo biológico de algunas especies vegetales se ha modificado, las floraciones han cambiado... Según los expertos esto se debe, principalmente, al efecto invernadero por la quema de combustibles fósiles (petróleo, carbón y, en menor medida, gas), y al crecimiento indiscriminado de la población del planeta que en esos años ha pasado de dos mil quinientos dieciocho millones en 1950 a siete mil cuatrocientos cincuenta millones en 2018.

No sería descabellado pensar que nuestros gobernantes están tomando medidas para paliar este desastre en una tierra con tantas horas de sol al año (Sevilla 2.929 / Salamanca 2.712 / Gijón 1610), facilitando con subvenciones la fabricación e instalación de paneles solares en viviendas, especialmente las unifamiliares y, por supuesto, en todos los edificios públicos, fábricas y empresas, así como favorecer y CONTROLAR la instalación y producción de electricidad de los huertos solares.

¿Realmente lo están haciendo? Algunos sostienen que todo lo contrario; ponen impuestos al sol, niegan subvenciones, siguen apostando por la quema de combustibles fósiles, etc., exclusivamente para defender a las empresas eléctricas. Los porqués los dejo a su imaginación.

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