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En el bar de Emilio está la tele encendida. Discuten un padre y su hijo adolescente. El padre trata de convencer al muchacho de que la prisión dictada contra 12 raperos es justa, porque injurian, enaltecen el terrorismo, incitan al odio?
No intervengo, no conozco a esa gente y no he sido invitado a participar en su conversación. Sin embargo, reflexiono. Nunca he entendido determinados delitos ni comparto la aplicación que se está haciendo del código penal.
Al odio, se incita desde la política mucho más que desde la canción o desde el twitter. Te incitan al odio cuando te desahucian porque, aunque con empleo, no te da para pagar la hipoteca. Te incitan al odio cuando te hacen firmar ocho contratos laborales en diez días, y te dicen que trabajarás ocho horas, pero al final le echas diez o doce, sin que nadie te las reconozca ni te las pague. Al odio se incita cuando no puedes poner la calefacción en casa porque no te alcanza el dinero, o cuando sólo tienes pan y patatas para comer esta semana. Al odio, incita el paro. Al odio me incitan los sueldos de los políticos, que cobran para resolver mis problemas y no veo que hagan nada, o que consigan nada, que viene a ser lo mismo.
Que canten lo que quieran los raperos, que la música no mata. Pero la desesperación sí. Y el hambre, y el frío.
Le pido a Emilio que me rellene el vaso de vino. Lo bebo en silencio. Se me aqcumula la bilis en el estómago. No tengo ganas de fiesta.
Me marcho a casa.