OPINIóN
Actualizado 08/06/2017
Redacción

Hemos caído en la trampa de normalizar lo inadmisible, damos muestras permanentes de adormecimiento mental, psicológico y práctico.

La apatía nos envuelve, la resignación nos condena, la desconfianza nos invade y la lealtad ha perdido su valor.

Asistimos inertes y estáticos a permanentes descubrimientos de tramas de corrupción en cualquier contexto, político, administrativo y jurídico, rodeados de presuntos y declarados delincuentes que hacen propio lo ajeno, que malversan, roban, prevarican y delinquen sin respeto, sin pudor y sin vergüenza.

Y nuestra capacidad de sorprendernos ya no existe, la rebeldía que debiéramos despertar está anulada, la incomprensión y rechazo que debiéramos manifestar en la calle, en las urnas y ante las puertas de los juzgados es efímera.

Porque hemos normalizado, las noticias con sus personajes y sus delitos, las cantidades que se apropian, las mentiras con las que se justifican, las ramificaciones en las que se extienden las tramas, que no tienen fin.

Mientras seguimos siendo testigos de la conformación, día a día, de una sociedad más injusta, desequilibrada, de unos gobiernos más irresponsables, de una justicia manchada por el interés político y económico, que resuelve con sentencias irrisorias y desproporcionadas con el alcance del mal cometido.

Y todo con y por nuestro dinero, el público, el de nuestros impuestos, el de nuestros salarios, el de nuestros derechos.

Millones incalculables, que no aparecen ni se devuelven, robados y malversados, entre risas, apretones de manos, abrazos y condescendencia compartida, poder intoxicado e impunidad demostrada.

Nos han hecho fomentar el descrédito a lo público, nos han acostumbrado a ignorarlos, nos han inyectado dosis de pasividad incomprensible.

"Pan y circo", sentencia romana del poeta Juvenal, que dos siglos después sigue definiendo el "aborregamiento" de la sociedad pasiva e insensible que asiste al espectáculo más deplorable de la delincuencia de corbata, maletín y sobre en mano que nos rodea.

Y todo tiene que tener un límite, nada puede ser incontestable, todo no puede ser soportado ni nunca se justifica tanta tolerancia.

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