OPINIóN
Actualizado 26/02/2017
Redacción

Llegan días festivos de Carnaval. Pocas tradiciones más gozosas y populares que las que encarnan estos ritos carnavalescos, que hunden sus raíces en los tiempos medievales.

Decía Julio Caro Baroja que el Carnaval es hijo del cristianismo y que no tendría sentido, ni existiría, si no viniera la Cuaresma después. El Carnaval, los Carnavales, Carnestolendas, Antruejo..., que de muchos modos es denominada esta fiesta, supone un período de margen, dentro del calendario cristiano, sobre el que tan bien ha reflexionado el francés Claude Gaignebet en su hermoso libro sobre el Carnaval.

Muchos son los ritos carnavalescos y muy variados ?disfraces, máscaras, inversiones de sexos, ritos ancestrales del arado, bodas grotescas, bailes, guirrios, tauromaquias grotescas, arrojamiento a los demás de ceniza o de harina, etc.?, pero todos ellos obedecen a una idéntica finalidad: despertar la vida, adormecida y como mortecina durante el invierno, expulsar el invierno y todo lo viejo, para convocar la primavera, la estación del amor, de la germinación, de la fecundidad.

De hecho, la presencia en la provincia de Salamanca de ritos carnavalescos en torno a la tauromaquia y al toro, como ocurre en Ciudad Rodrigo, pero también ?sobre todo en el pasado? en núcleos rurales más pequeños, en los que se han celebrado no pocas tauromaquias grotescas carnavalescas, no son otra cosa que ritos de fecundidad y de germinación.

Todos los ritos carnavalescos apuntan a la indicada finalidad. De ahí que el Carnaval, antes que otra cosa, sea una fiesta de regeneración, de renovación de la vida. Y este es su sentido profundo, pese a que apenas nadie lo conozca cuando se disfraza o cuando participa en alguno de los ritos carnavalescos que se celebran a lo ancho y largo de nuestra geografía.

El ruso Mijail Bajtin analiza genialmente y con gran profundidad el Carnaval europeo y su ancestral raíz medieval, a través de la indagación en esas dos geniales obras del escritor francés del siglo XVI, François Rabelais, como son Gargantúa y Pantagruel. Y lo hace en un libro que recomendamos absolutamente, titulado La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento.

Si tenemos ánimo para celebrarlo, celebrémoslo. Si queremos conocer los sentidos profundos del Carnaval, leamos, entre otros, a los autores que aquí indicamos. El Carnaval tiene sentido, sigue teniendo sentido, pues la fiesta, cualquier fiesta, explica también el modo de estar en el mundo las comunidades humanas que las celebran.

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