Los clubes deportivos son ahora tan privados como los de alterne. Los aficionados y socios van a dar voces, a animar o silbar cada domingo, disfrutando de un espectáculo que creen propio. Y exigen. Exigen porque pagan, porque son muchos y lo sienten en su sangre, dicen. Pero la realidad es otra. El que de verdad paga, el que apoquina y se juega la guita es el empresario que pone y quita pasta cada temporada. El que blanquea allí su dinero (y cada uno blanquea cómo quiere y puede), el que por diversión invierte, el que encuentra negocio en eso o el romántico que se deja llevar por cantos interesados y le convencen para que ponga. El voceras que calienta asiento cada domingo ese no tiene nada que decir en la toma de decisiones importantes. Salvo cuando se juntan y hacen multitud bulliciosa. Entonces parece que sí.
El Rayo, un simpático equipo de barrio, clama y se manifiesta para que allí no juegue un ucraniano que fichó su presidente y propietario. Y no por ser mal jugador, que no. Si no por posar con fusiles en fotos y decir que ayuda al ejército de su país en guerra con el vecino. Eso no. Ese es un facha. Y el fútbol a la mierda. Los aficionados salen a la calle, gritan, llevan pancartas, y el pobre ucraniano se queda sin jugar ahí. Y el presidente y propietario se envaina su decisión y claudica. Yo, presidente, me habría retirado y retirado también el capital. Por fracaso e incomprensión.
Todo el fútbol (y el baloncesto, y el balonmano) se encareció sobremanera y la tabla de salvación económica fueron los capitales privados que salvaron sociedades enteras. Y eso es de ley. Mi club de toda la vida ya no es mío. Es de un chino, de un mejicano, o de un industrial al que engañan para que ponga su parné. Y yo por mucho que grite o me desespere en la grada o frente al televisor ante mis colores, no soy más que el diletante entretenido, que si acaso sufraga el aceite para la cerradura y calienta un asiento haciendo bulto en el espectáculo. Vamos, tan dueño, tan dueño, como del club de alterne del kilómetro cinco de la nacional.