OPINIóN
Actualizado 01/02/2017
Redacción

Penita pena. Pena daba a hora tan temprana y el frío que empezaba a hacer, ver al presidente del Senado, Pío para los amigos, esperando a cuerpo gentil a los diecisiete presidentes autonómicos a la puerta de su casa (y también la de todos). Bueno, dos no iban a estar. Se sabía. Pero a falta de los dos díscolos bandarras autónomos estaban también el rey y el presidente de la nación (de la nación de naciones, que decía el otro). Y pena daba la espera de don Pío, la interminable (aquello tendría más de veinticinco metros) alfombra roja a modo de los óscar, los montones de informadores gráficos detrás de un cordón, la llegada uno a uno de tanto mandatario, todo lo qué se cocía allí, la parafernalia que tanto les gusta y tanto nos cuesta mantener. Hasta el logo y emblema publicitario diseñado para el evento (la bandera buena, la de verdad, la roja y amarilla con escudo central, y detrás, rotando las diecisiete de tanto colorín).

Y todo para repartir dineros y prebendas económicas. Que si tú, que si yo, que si nosotros, que si vosotros. Todo un día para escenificar eso. Y en el fondo, más de lo mismo, descohesión social, falta de previsiones futuras, desequilibrios, y tocateja ministerial de hacienda que no hay más. Luego cada cual pues reparte de puertas adentro como le viene en gana. Así, Pucela, seguirá creciendo y creciendo, siendo más capital y tal, teniendo más servicios, más burócratas que consuman, que dirijan la cosa nuestra. Salamanca, pegándose con las otras ocho para destacar. Que no nos eclipsen más nuestra universidad. Que nos dejen algo para disfrutar aquí (un centenario rumboso por ejemplo).

Mire usted, yo abogaría porque todos estos escalones administrativos y burocráticos desapareciesen de un plumazo. Que les den (independencia real o en las narices) a los que se sienten más que uno, por despreciar, por no ir a donde deben ir. A los otros, los sumisos, los don nadie, que nos junten en el redil de la cordura, con la bandera que de verdad nos junta, que se reparta justa y equitativamente, que funcionen fondos solidarios y se simplifique más administrativamente, que ya estamos desengañados. ¿A que no me hacen caso?

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