Morante el genio, Morante el de los petardos, Morante artista, Morante único | Foto: Adrián Martín


FERIA DE SALAMANCA
Actualizado 14/09/2016
Redacción

Soy de Morante pero admiro el poder, la capacidad, la técnica, la facilidad inmensa del Juli, la cabeza más amueblada que pisa los ruedos. Y me emocionan la verdad, las ganas de ser de Juan del Álamo, hoy don Juan Del Álamo, que hoy ha firmado la faena

Hoy venía a Salamanca Morante. Morante el genio, Morante el de los petardos, Morante artista, Morante único, el que lo mismo se echa la plaza a la contra cuando está como la Chata que lo mismo la resucita patas arriba con una verónica que los demás no podrían hacer ni en sueños, pura inspiración, pura luz, y todo se olvida cuando muestra en majestad su toreo inalcanzable.

Los días que torea Morante hay que ir al armario y elegir con cuidado el vestido, el calzado, los pendientes, el bolso, como quien va a una ceremonia de altos vuelos y no sabe qué ponerse. La chaqueta, el pañuelo, la camisa, el sombrero, el puro. Y hay que perfumarse y ponerse guapa y cruzar los dedos para estar a juego con la tarde. Porque si a Morante le da por liarla hay que acompasar con el aroma, con la elegancia, con la clase, con la belleza. No es un tópico.

Soy de Morante "manque" pierda. Sin despreciar a los demás, ahora que está tan en uso defender a un torero atacando a los demás. Pues no, no es eso. Soy de Morante pero admiro el poder, la capacidad, la técnica, la facilidad inmensa del Juli, la cabeza más amueblada que pisa los ruedos. Y me emocionan la verdad, las ganas de ser de Juan del Álamo, hoy don Juan Del Álamo, que hoy ha firmado la faena soñada con el toro soñado.

Me puse mi mejor vestido negro, estrené la chaqueta bomber de moda y rescaté del armario los botines nuevos del invierno. Lágrimas de Cristal de Chanel en la ropa y en el pelo, el rímel en el ojo, el deseo, la esperanza en el corazón.

Morante correspondió a mis ganas endomingadas de su toreo imposible con verónicas de ensueño, mecidas, encajadas. Y fue exquisito con la diestra, el mentón hincado, el tiempo detenido, la cintura rota, el reloj durmiéndose. Para entonces la oreja era un despojo, solo eso, que valía casi el cómputo de la feria, a ley, de peso, toreo de pata negra mientras sonaba Nerva como una sinfonía también vestida de domingo, perfumada, esperando siempre su toreo eterno.

Luego salió Higuero y se encontró con un Juan Del Álamo, y juntos escribieron otra historia. Historia en mayúscula de Salamanca en la Plaza de Salamanca, en la tierra de los toros y de los toreros. Y emocionada, con mi ropa de domingo y estreno, tuve que cederles a ellos el titular que cualquier periodista sueña redactar, el sueño y la vida.

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