OPINIóN
Actualizado 21/08/2016
Redacción

Si la oferta de buenos consejos es una obra de misericordia, también lo es la corrección a los hermanos que se han desviado del recto camino. Pero corrección no es fácil. De hecho, ha de ser ejercida con prudencia, con desinterés, con amor. Ha de compaginarse con el respeto a las decisiones ajenas y con la tolerancia. Unas veces pecamos por defecto y otras veces por exceso.
Faltamos por defecto, cuando no corregimos a los demás, aun habiendo percibido sus malas acciones. En ese caso estamos demostrando nuestra indiferencia hacia ellos o bien nuestro deseo de mantener nuestra propia tranquilidad.
Podemos pecar por exceso, cuando nuestro celo nos ciega o apasiona de tal manera que perdemos el respeto a la persona corregida. De hecho, quien corrige a otro puede caer en la altanería y en la hipocresía.
En la Biblia el libro del Levítico exhorta a corregir al prójimo (Lev 19, 17-18) y el profeta Ezequiel desarrolla la teoría de la corrección y la responsabilidad moral que ésta implica (cf. Ez 3, 16-21; Ez 33, 1-9).
La literatura sapiencial advierte sobre la prudencia que requiere la corrección fraterna: "Quien corrige al insolente recibe insulto; quien reprende al malvado, desprecios. No corrijas al insolente, que te odiará; reprende al sensato y te querrá; instruye al sabio, y será más sabio; enseña al honrado y aprenderá" (Prov 9, 7-9).
En el evangelio de Mateo se establece un itinerario para la corrección fraterna: "Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano. (Mt 18, 15-17).
Todos hemos de aprender a dejarnos corregir. Es preciso reconocer los propios errores y la necesidad de una ayuda fraterna para encontrar de nuevo el camino. Hay que desconfiar de las seguridades personales y de la espontaneidad y benignidad con la que todos nos absolvemos a nosotros mismos.
Pero también es preciso corregir a los demás. La corrección fraterna exige un talante de comprensión y una exquisita delicadeza. Para ser auténticamente cristiana, requiere también un suplemento de humildad en quien la ofrece y en quien la recibe y, sobre todo, un profundo sentido de la comunión eclesial.
José-Román Flecha Andrés

LOS DE CERCA Y LOS DE LEJOS

"Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua " (Is 66, 18). Esa promesa de Dios, se encuentra en la tercera parte del libro de Isaías. El pueblo ha regresado de Babilonia. El tiempo de la deportación y del exilio no podrá ser olvidado jamás. Pero Dios invita a soñar el futuro. A romper el particularismo. A ensanchar el horizonte.
El profeta anuncia que el Señor enviará sus mensajeros por todo el mundo
. Y anunciarán su gloria hasta en las tierras mas lejanas. Hasta las costas que nunca oyeron su fama ni vieron su gloria. Y de allá vendrán para ofrecer sacrificios en el Monte Santo de Jerusalén.
Apoyado en esa promesa, el orante se atreve a cantar: "Alabad al Señor todas las naciones, aclamadlo todos los pueblos" (Sal 116,1). Claro que nadie podrá caminar hasta el Señor si no se purifica. Es preciso aceptar como hijos la corrección con que nos reprende el Padre que nos ama (Heb 12,5-13).
LA PRESUNCIÓN
Al leer el evangelio que se proclama en este domingo nos quedamos un poco desconcertados. El texto parece oscilar de un tema a otro.
? En primer lugar se nos presenta a Jesús que sube decidido hacia Jerusalén. Pero no parece obsesionado por la condena que allí le espera. Al contrario, mientras va recorriendo el camino no deja de enseñar en las ciudades y aldeas por las que pasa. Jesús es un Maestro que no olvida su msiión.
? En segundo lugar, se recuerda la pregunta de un oyente anónimo: "¿Señor, serán pocos los que se salven?" Jesús elude la cuestión teórica y exhorta a las gentes a esforzarse en entrar por la puerta estrecha. La salvación no queda garantizada por la cercanía física al Maestro. No basta escuchar su palabra. Hay que vivir como él para evitar ser rechazados por él.
? En un tercer momento, contra la presuncion de los que le siguen habitualmente, Jesús proclama la suerte de "los otros". Son los que vienen de lejos. "Vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur y se sentarán en la mesa en el Reino de Dios.
LA RUTINA
El texto evangélico se cierra con una advertencia que debió de brotar muchas veces de los labios de Jesús: "Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos".
? Las primeras comunidades cristianas pensaron sin duda que los primeros eran los miembros del pueblo de Israel, mientras que los últimos eran evidentemente los que llegaban del mundo pagano y aceptaban el evangelio del Señor. Se cumplían así las antiguas profecías. La comunidad se abría a nuevos horizontes.
? En las comunidades cristianas de hoy hemos de considerar seriamente aquella especie de proverbio de Jesús. Los cristianos "de siempre" hemos caído en la rutina. Creemos tener asegurada la salvación. Somos "practicantes no creyentes". Seguramente nos precederán en el Reino muchos de esos que parecen "creyentes no practicantes".
- Señor Jesús, ayúdanos a abrirnos a la novedad de tu Reino. Que tu Espíritu ofrezca un nuevo horizonte de universalidad y de gracia a los que nos hemos habituado a la comodidad que nos ofrece una fe cansina y rutinaria. Señor, te piedad. Amén. José-Román ,Flecha Andrés
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