OPINIóN
Actualizado 31/05/2016
Redacción

Muy cerca, es decir, en las orillas de cualquiera de nuestros cursos fluviales, podemos tropezamos con uno de los "nacimientos" más espectaculares. Se trata de la emersión de las libélulas a su vida aérea. La culminación de una metamorfosis radical tras, a veces, años de vida larvaria y subacuática. Bastará poco más de una hora para que de un ser bastante feo que se arrastra­ba por el tallo de un junco emerja una bellísima y veloz libélula, el insecto más original de cuantos existen y el único ser vivo que puede volar marcha atrás.

Encandilados podremos quedar igualmente con el más leve de los sistemas de locomoción, que es el utilizado por las mariposas, ahora representadas por las limoneras, blancas de la col, ninas, cleopatras, chupaleches, y un centenar más. Muy fogosos se muestran grillos, saltamontes, chinches de campo, coleópteros cantáridos, cárabos, en fin buena parte de la cósmica nación de los insectos. Asomarse a los cálices de las flores de junio es como convertirse en un indiscreto voyeur de los amores de los insectos. Recordemos que sobre las complejas flores de la zanahoria silvestre, por ejemplo, llegan a verse al mismo tiempo hasta dos docenas de insectos copulando.

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