OPINIóN
Actualizado 24/05/2016
Redacción

Todavía alguna perezosa loba está pariendo en las cotas altas de las montañas astures y cántabras, allí donde los últimos esbardos ya corren detrás de la osa y aprenden su oficio de comedores de todo.

Los cervatillos ganan peso y fuerza, amamantados hasta cuatro veces al día. Los aguiluchos del águila real están casi por completo emplumados. Los lagartos ponen huevos en los resquicios más protegidos. Los sapos parteros han completado su metamorfosis, también algunas ranas y tritones. Nace la tercera carnada de gazapos y la primera de erizos. Florecen las zarzas y los pinos silvestres.

Los ruiseñores convierten la noche en una de las mejores músicas. Ya han terminado sus nidos, como todas las aves que llegaron hace un mes.

Florece el enebro, el pino mediterráneo y el silvestre. Los robles, castaños y hayas cumplen también con su fecundación, encargándosela al viento y a los insectos, ya masivos y omnipresentes.

Mayo es también el mes de las coronaciones. Los machos de ciervos y corzos recuperan totalmente su cuerna perdida a finales del invierno.

Las liebres, también cada día más escasas, se han puesto a parir por segunda vez en una recóndita cama que sólo oculta un matojo en medio de la llanitud. Los recentales de casi todas las grandes especies de ungulados siguen constantemente a sus madres: cierva, corza, gama, cabra montesa o muflona. Maman v comen verde al mismo tiempo.

Todos los roedores y la mayoría de los insectívoros, con los murciélagos a la cabeza, están igualmente en pleno periodo reproductor. Los primeros por segunda vez. Hay una excepción: la lirona careta está aún dedicada a buscar el mejor refugio para su primera prole del año. Curiosamente, la segunda llegará en octubre.

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