"Siete de julio San Fermín. A Pamplona hemos de ir". Y seguimos escuchando entre otras cosas singulares aquello de "sólo ha habido (han habido, dicen ahora) cinco heridos por asta de toro". Naturalmente si se ponen delante los toros embisten y cornean a todo el que se le pone a tiro. Este mirador provinciano, ni taurino ni antitaurino, cada cual a lo suyo, alguna vez mira los toros de los encierros y piensa. Y ve que desde hace muchos años se puede ver en la tele, a todas horas, insistente y machaconamente, los encierros de los "Sanfermines". ¿Por qué? Ah, misterios ... de las peñas, del turismo, de la juerga, de la economía, de la política, del chupinazo, y hasta de la "Fiesta", aquella novela que escribió Hemingway. Pero yo creo que la clave de esta fiesta de toros está en el ritual. El encierro es una parte del ritual en el que se ofrecen sacrificios al tótem. El tótem ibérico es un toro, y la misma superficie de la Península Ibérica, la Hispania romana, tiene figura de piel de toro cotada por la cerviz. Bien es verdad que ese toro está mezclado y confundido con el cerdo ibérico, que produce el jamón y el chorizo para la Fiesta. Ahí lo tenemos en los campos, en los caminos y en los puentes. Nos lo dejaron nuestros antepasados, los vetones de las tierras de encinares, donde pacían tranquilamente los toros y los cerdos, que eran su sustento; así surgió el híbrido, al que llamaban toro o berraco. Y empezaron a exportarlo. Y parece ser que uno de sus santuarios quedó en Pamplona, en el de San Fermín, que no sé qué tenía que ver con los toros o berracos. Pero a los santos es muy fácil liarlos con la juerga. Algunos años el tótem, toro, se conforma con derramamiento de sangre de cinco o seis mozos, que tienen que ser llevados al hospital, corneados por los astados. Otros años es un sacrificio completo: un sacrificio humano. Un "mozo" muere sobre el altar, que es el empedrado de las calles del recorrido del encierro. Y hasta puede ser de mi pueblo, o del pueblo de Hemingway. Cosas de la Fiesta.