OPINIóN
Actualizado 05/07/2015
Aniano Gago

Allí era donde terminaban los baúles de ropa usada, las cazuelas agujereadas, las jarras abiertas, viejas sartenes de la matanza, rancias ollas de manteca, cascos de botellas originales, romanas de pesar, libros antiguos de origen desconocido, enciclopedi

Mi casa tiene una buhardilla y un cuarto trastero. Cada vez que subo a la buhardilla me dan ganas de abrir la ventana y empezar a tirar cosas. La tengo llena de objetos inservibles e innecesarios. En el cuarto trastero me pasa lo mismo, con la diferencia de que aquí los elementos guardados tienen menos gracia. Me pregunto con frecuencia  para qué guardo yo todo eso.¿Qué extraña hormona nos lleva a los humanos a hacer acopio de cosas que sabemos de antemano que antes o después terminarán en la basura?

¿Por qué esa obsesión por guardar y apilar cosas que no sirven para nada? Nuestros padres y abuelos, que estudiaron menos que nosotros y vieron menos televisión, y que eran más listos, a la parte de arriba de la casa la llamaban "el sobrao", que no es que fuera la parte de la casa que sobraba, sino que allí era donde terminaban los baúles de ropa usada, las cazuelas agujereadas, las jarras abiertas, viejas sartenes de la matanza, rancias ollas de manteca,  cascos de botellas originales, romanas de pesar, libros antiguos de origen desconocido, enciclopedias de estudiantes de escuela, láminas de dibujo de autores anónimos, carteles de corridas de toros, garrafones de vino añejo, cajitas abandonadas de colecciones de cerillas, cajas de zapatos vacías, útiles para hacer chorizos, arcas llenas de mantas, sábanas y colchas, radios antiguas...,en fin, herencias y más herencias.

Mi buhardilla está llena libros que no leeré nunca; ejemplares  hermosos editados por alguna institución que ha querido dejar constancia de alguna efeméride para la posteridad y cuyo mayor valor es al peso, infinidad de recortes de periódicos, revistas antiguas, carteles variopintos, cuadros de escaso valor, objetos rarísimos traídos de viajes exóticos, centenares de folletos turísticos pasados de moda, medallas y copas de épocas deportivas, álbumes de fotografías para parar un carro, decenas de jarritas de restaurantes, colecciones numismáticas  abandonadas...,en fin, acopios que se han ido juntando por no tirarlos, "por si algún día sirven para algo".

  La verdad es que ya hace años que pienso "hacer limpieza", pero siempre lo dejo para otro día, para otro mes. En verano porque es verano y prefiero estar en la playa o la piscina, en invierno porque es invierno y no tengo tiempo, y en otoño lo mismo que en primavera: porque no tengo ganas, porque no me atrevo a meter mano a tantas  cosas innecesarias y que como amuletos de la suerte un día traje a casa.

  Antaño se llenaba "el sobrao" por la escasez que había. Nuestros antepasados estaban tocados psicológicamente y no tiraban nada. Ahora, en cambio, la acumulación procede de la sociedad consumista que nos devora, que necesita llenar nuestras casas con lo que sea, aunque sea todo a cien. Somos víctimas de la pobreza. O de la usura.   

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