Homenaje pendiente

Mañana se cumplen 150 años del nacimiento de Miguel de Unamuno y 80 de su jubilación como catedrático de la Universidad salmantina, de la que también fue rector durante 19 años, vicerrector y decano, recibiendo el día de su jubilación un homenaje nacional como nadie ha recibido en la historia local y nacional, ni siquiera el príncipe Felipe cuando su padre, el todopoderoso emperador Carlos dispuso en 1543 la boda del hijo en Salamanca con su prima María Manuela de Portugal.

Los días 29 y 30 de septiembre de 1934 se inundaron de festejos en la ciudad, con la presencia del jefe del Estado, Alcalá Zamora; el presidente del Gobierno, Samper; cinco ministros, entre ellos el de Instrucción, Filiberto Villalobos; los rectores de las universidades; representantes políticos de diversas ciudades y Portugal; los primeros intelectuales del país; y todo el pueblo que asistió en masa a los numerosos actos celebrados en honor del maestro.

Ese día se decretó su nombramiento como rector vitalicio del Estudio, se le concedió la cátedra "Miguel de Unamuno" para que en ella continuara su docencia, se dio su nombre al instituto bilbaíno de Segunda Enseñanza y se inauguró el busto que Victorio Macho le hizo en Hendaya, pagado por suscripción popular.

Bien, pues de todo esto, la Universidad de Salamanca no se ha dado por enterada, a pesar de los esfuerzos públicos y privados, que el autor de este artículo ha hecho para que un día como mañana la Universidad recuerde al mayor intelectual que ha pasado por el Estudio, con un pequeño homenaje en el patio de Anaya, junto a la escultura que preside la escalinata.

Acto que sólo precisa voluntad política de hacerlo porque el coste es insignificante y mínimo el tiempo dedicado a ello, pero serviría para honrar al mejor embajador que ha tenido la Universidad de Salamanca, merecedor de un recuerdo público anual como gratitud por su ejemplar magisterio, probada honradez y amor a la verdad por encima de la paz.