OPINIóN
Actualizado 22/07/2014
Joaquín Araújo

Va culminando la incubación espontánea de los huevos de lagartijas y culebras. Termina la metamorfosis de ranas, tritones y algunos sapos. En el agua, ya escasa y cálida, de lagunas y ríos ponen carpas y frailes.

Tras complicados y hasta peligrosos amores, las hembras de arañas lobo y escorpión acarrean sus huevos, dentro de una bolsa blanca las primeras, en sus propios costados la segunda. Dentro de dos semanas seguirán transportando un montón de crías en el dorso, auténticas lechigadas, como nos recordaba Fabre en su inolvidable descripción de la biología de estos arácnidos. Los mosquitos son una constante. Florecen los nenúfares blancos en las aguas estancadas, el ombligo de Venus en las paredes rocosas y las zarzaparrillas en los sotos. Las bellotas de encinas y robles alcanzan la mitad de su tamaño.

Ha comenzado la receptividad sexual de la garduña, que, gracias al sistema de implantación diferida de los óvulos fecundados, no comenzará la verdadera gestación hasta el mes de enero. Se independizan los zorros y los tejones del año. Muchas aves apuestan por ir agrupándose en bandadas y todas por engordar el máximo posible con los frutos, granos abandonados por las cosechadoras y las sucesivas generaciones de insectos. Las cigüeñas se concentran, paso previo a su viaje posnupcial.

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