OPINIóN
Actualizado 08/03/2014
Paco Blanco Prieto

El sencillo mensaje que los hijos del norte envían a sus madres tras la insistencia de los padres por saber con urgencia su llegada al punto de destino, se torna en milagro de resurrección cuando quienes envían tal mensaje han recorrido miles de kilómetros huyendo de la miseria, camino de una tierra de promisión que araña su piel en la fronteras.

"Mamá, he llegado" son las tres palabras humanizadoras que han descubierto a muchos escépticos la realidad de los inmigrante, porque eran imaginados solos, al pairo de la vida, luchando contra el fatal destino de la muerte prematura por inanición, en una cabaña al sur de la riqueza donde habita el desprecio, la insolidaridad, el interés y la indiferencia.

Tres palabras simplemente han bastado para descubrirnos que los inmigrantes no están solos; que tienen familia que sufre con ellos y por ellos; que los padres y hermanos viven con angustia su viaje hacia no se sabe donde, porque pueden acabar alimentando pirañas, cebando reptiles, mutilados en trampas o nutriendo alimañas, para escapar de la miseria.

Porque no es el efecto llamada de los que pasan las alambradas quien reclama la llegada de tantos desvalidos a las fronteras de la opulencia, sino la inclemente hambruna quien empuja a los más fuertes de la familia a buscar en la selva europea comida para los débiles que se acurrucan en torno a un puchero vacío, bajo techos de hojalata.

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Mamá, he llegado