OPINIóN
Actualizado 25/02/2014
Alberto López

Tener buena memoria ha sido siempre un signo de distinción que iba aumentando a la vez que lo hacía la edad. A quienes han sabido hacer uso de ella más allá de para presentarse a concursos de televisión han sido reconocidos como superdotados.

Nuestros mayores, sin ir más lejos, suelen recordar de carrerilla poesías de la niñez y episodios de la juventud, pero cuando dudan al decir lo que comieron ayer o no se acuerdan de lo que hicieron la semana anterior, mal síntoma? la cabeza empieza a fallar.

En las últimas décadas, el temido y devastador alzheimer ha dado todavía mayor valor a ejercitar y cuidar la memoria y ha convertido en una mera anécdota a la casi natural demencia senil. "Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos", decía Jorge Luis Borges.

En la actualidad, sin embargo, se premia la desmemoria. Los que menos memoria tienen son los más listos, los que siempre quedan impunes y los que se vanaglorian de su inteligencia. El "no lo recuerdo", junto al "no me consta", "no sé" y "lo desconozco" son las frases más habituales de las personas imputadas o procesadas que se sientan frente a un juez. Como no tienen obligación de decir la verdad, nada mejor que correr un tupido velo sobre lo vivido y que se recuerda con la misma frescura que la que utilizan para robar, defraudar, saquear, evadir y engañar.

Definitivamente, la memoria no está de moda. Y si no que se lo digan al jugador del Jaén multado por el Comité de Competición con 2.000 euros por tener memoria recordando a los niños enfermos de cáncer y mostrar una camiseta tras marcar un gol en la que se leía "Ánimo pequeñines. Día Mundial contra el Cáncer Infantil". O que hablen de memoria las víctimas de terrorismo, utilizadas políticamente cuando interesa y olvidadas cuando más necesitan esa memoria colectiva por sus seres queridos asesinados. O que se lo digan a los inmigrantes, que también son una fuga de cerebros para sus países pero aquí no hay suficiente memoria para recordar los viajes de españoles al extranjero en el siglo pasado, sin cayucos ni tener que saltar vallas, pero también con lo puesto y hacia lo desconocido?

Lo expresaba muy bien Pierre Corneille en el siglo XVII, posiblemente cuando no imaginaba el grado de desmemoria del que era capaz la especie humana: "Hay que tener buena memoria después de haber mentido".

 

 

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