OPINIóN
Actualizado 19/02/2014
Enrique de Santiago

Ahora, el exjuez y delincuente Baltasar Garzón, del que aún no sé qué Colegio de Abogados le ha dejado inscribirse como tal, pues tiene antecedentes penales que se lo impiden, dice que está de acuerdo con la consulta soberanista en Cataluña. Por otra parte, se encuentra la exconsejera de familia de la Junta de Castilla y León que, siendo consejera, criticaba el apoyo político que dio Aznar a la Guerra de Irak, y que, ahora, tiene que sacar cabeza desmarcándose del partido, al que dice pertenecer, con algo tan conflictivo como la Ley del Aborto, sin dar alternativas y alineándose con el enemigo. Como estos, muchos otros, de aquí y de allá, es la hora de los muñecos rotos para intentar hacer sus movimientos para salir del ostracismo; es ahora cuando las "putillas y chaperines" de todos los partidos, junto con los zombis, pretenden hacer el ruido preciso. Penoso, patético, denota el nivel político.

Creo que mi adscripción al sector pro-vida, no es discutible, ni mi actividad se puede poner en duda; pero, ahora mismo, considero que, antes de una Ley del Aborto, que nos está enfrentando a unos y otros, en una maniobra política de entretenimiento, lo preciso es hacer, aplicar y poner en marcha políticas próvida, en las que se apoye a la familia, en las que la mujer embarazada, en lugar de ser llevada al matadero agarrada de la mano del médico, sea dirigida por ese mismo médico y la Administración a una situación asumible por ella en lo económico, en lo social, en lo moral y en el día a día; políticas de apoyo a la discapacidad, a los menos favorecidos, a los que sufrimos el vivir con un familiar que precisa de cuidados especiales. En definitiva, políticas de austeridad dirigidas al apoyo de la vida y no del camino hacia la muerte del menos protegido.

Antes de impedir el aborto, hagamos que sea inviable el mismo, que el apoyo al no nacido se contemple de forma sólida en la legislación, en la ciudadanía, en los más jóvenes, en aquellos que serán el futuro y, luego, sin discusión, sin enfrentamientos, sin disputas útiles a los mediocres políticos de turno, regulemos el aborto de manera que quien lo practique sea un delincuente, que la mujer no tenga que optar a ello, y que los defensores del aborto sean vistos como aquellos que mantienen la pena de muerte.

Entre tanto, que no nos mal usen los zombis, las putillas, ni los malos políticos para encubrir sus aviesas intenciones.

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