OPINIóN
Actualizado 23/12/2013
Montserrat González

Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del padre como Hijo único (Jn.1, 14). Tan escuetas y enigmáticas palabras no ofrecían información suficiente para la recreación y conmemoración del Nacimiento de Jesús, que junto con la celebración de su Pasión, Muerte y Resurrección, es uno de los principales acontecimientos del Año Litúrgico Cristiano.  Únicamente San Lucas y San Mateo recogen episodios de la Infancia del Salvador, motivo por el cuál proliferaron numerosos textos de carácter apócrifo, que  no fueron aceptados por la Iglesia, pero que, pese a ello, tuvieron una amplia difusión y fueron muy utilizados por los artistas como hilo argumental para sus composiciones de los acontecimientos más destacados del Ciclo de la Navidad: El Nacimiento de Cristo, la Adoración de los pastores y la Adoración de los Magos.

Asimismo, a finales de la Edad Media proliferan también relatos de visiones y revelaciones de carácter místico que ?unidos a los denominados dramas litúrgicos- aportan nuevos datos o argumentos para la creación de determinados modelos iconográficos de gran arraigo en el arte occidental. Gracias a este tipo de textos conocemos, por ejemplo, el modo en que la Virgen dio a luz, la presencia del buey y del asno que calientan con su aliento al recién nacido,  la colocación del Niño en un pesebre para ser adorado por los pastores, o los nombres de los tres Reyes Magos.

La representación del Nacimiento del Niño Jesús se populariza a partir del siglo XIII. En la Nochebuena de 1223, San Francisco de Asís, tras la peregrinación a los Santos Lugares, celebra la Eucaristía en una cueva del pueblo italiano de Greccio, próximo a su convento, con toda la solemnidad posible, a fin de aumentar la devoción de los fieles. San Buenaventura nos dejó un precioso testimonio de esa noche: "?eligió un lugar abierto donde pusieron un paño blanco, como los del altar, y llevaron gran cantidad de heno. Luego trasladaron un asno, un buey y gran cantidad de otros animales. Hizo instalar un altar y un pesebre con paja y colocó en su interior la imagen en piedra del Niño Jesús. El entusiasmo del santo y del pueblo fue indescriptible?". Posteriormente, San Cayetano de Tiene, fundador de los teatinos, añade en el siglo XV a las figuras tradicionales del evento evangélico otras más populares como pastores, ángeles, vecinos, etc en el importante Belén que realizó en el Hospital de los Incurables de Nápoles.  A partir del siglo XVI, una vez que el Concilio de Trento en 1563 aprueba el "que se expresen y figuren en alguna ocasión historias y narraciones de la Sagrada Escritura por ser éstas convenientes a la ilustración de la ignorante plebe", las recreaciones de la humilde aparición del Niño Dios en el establo se extienden más allá de los muros de las iglesias llegando a todos los hogares, tradición que se prolonga hasta nuestros días.

En este tiempo de Belenes podemos regocijarnos en la contemplación del misterio de la Navidad que nos ofrece "El hijo del carpintero" en la sala de exposiciones de Caja España-Duero, en la plaza de San Boal.  La asociación belenista  "La Morana"  de Zamora nos muestra con gran realismo histórico toda una suerte de escenas navideñas que reproducen la vida cotidiana de la ciudad de Belén durante el siglo I de nuestra era.  Una escenografía de más de setenta metros cuadrados nos acerca a las costumbres, la arquitectura, la vegetación y el paisaje de la Judea del siglo I.  Los paisajes del evangelio que narran  el nacimiento de Cristo se reproducen con rigurosa exactitud. La misma minuciosidad se aplica a la descripción de las tareas de campesinos y pastores,  a la narración de los distintos oficios o a la importancia concedida a las construcciones y edificios envejecidos y alegrados con pequeñas menorás y estrellas de David. No perderse la riqueza del cortejo de los Magos con toda una suerte de exóticos objetos traídos para la adoración del Niño. Las figuras de José Luis Mayo Lebrija presentan una cuidada policromía enriquecida con la espectacular escenografía y una primorosa iluminación que nos trasporta a los territorios gobernados por Herodes el Grande. Que en estos días entrañables encontremos un momento para la contemplación de lo divino hecho carne, con ternura y esperanza.

¡Feliz Navidad a todos!

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