Cuando se "apaguen las luces de la navidad" ¿cómo se cubrirán las necesidades de tantas personas que no tienen garantizada la comida diaria, al menos tres veces al día?
Estas fechas están siendo pródigas en campañas para lograr donaciones de alimentos, en ocasiones un gesto puntual que muestra y demuestra sensibilidad y solidaridad de muchas personas y organizaciones que saben que hay familias que en España, en pleno siglo XXI pasan hambre. La donación de alimentos es un acto de generosidad en una sociedad como la nuestra que está paliando muchas situaciones de extrema necesidad y que reacciona ante el problema del hambre como consecuencia de la situación económica y agravada por las medidas de austeridad, por los recortes de empleo y salarios, lo que aboca a la escasez de alimentos de personas muy cercanas a cualquiera de nosotros; a comer comida caducada, a que niños acudan al colegio sin haber desayunado; a que las madres digan a sus hijos "es un bocadillo mágico, está vacio pero imagina que tiene chorizo, chocolate o lo que quieras".
La garantía de que estas personas pueden comer no sólo puede depender de la generosidad y sensibilidad de los donantes, ni de las organizaciones que canalizan el reparto para responder a la ayuda de emergencia que es el derecho a comer a diario. ¡El tercer mundo está aquí!
Los trabajadores sociales están desbordados por la cantidad de personas que solicitan ayuda por déficit de comida. Resultan insuficientes los recursos para cubrir todas las demandas.
El hambre aquí y ahora, es un gran desafío para las administraciones públicas, para las POLÍTICAS SOCIALES que han de garantizar, de inmediato, un derecho tan básico como poder comer a diario, de forma adecuada, desde luego con metodología y procedimientos propios de la Acción Social a través de los profesionales del trabajo social que ofrezcan respuestas integrales y con criterios más allá de la beneficencia o de la caridad.