La semana pasada falleció el filósofo francés René Girard, a los 92 años de edad en su casa de Stanford en California. Era uno de los grandes pensadores actuales, antropólogo, historiador, filósofo, teórico de la literatura y otras muchas cosas, proclamado por Michael Serres como "el Charles Darwin de las Ciencias Humanas", al ser nombrado miembro de la Academia Francesa en 2005. Personalmente le descubrí tarde, en la obra de G. Vattimo, Creer que se cree, donde al autor afirmaba que leyendo la obra de René Girard, había podido llegar a un encuentro nihilista con el cristianismo, dando un giro copernicano a su fe.
Nace en Aviñón el día de navidad en 1923, estudiará en filosofía en Aviñón en 1941. Entre 1943 y 1947, estudió en la École Nationale des Chartes en París, donde se especializó en historia medieval, dentro de la prestigiosa "Escuela de los Anales" que tanto influyó en nuestro país, con historiadores como Fernand Braudel, Jacques Le Goff, Georges Duby o Emmanuel Le Roy Ladurie. Su tesis doctoral la realiza en Estados Unidos, además se producirá su conversión al cristianismo, siendo un intelectual cristiano y desde parámetros creyentes todos sus ensayos. Será profesor de literatura comparada en diferentes universidades, en la última que impartió su docencia fue en la de Stanford, ciudad en la que fallece. Su primer libro se titula Mentira romántica, verdad novelesca (1961), donde frente a la intelectualidad del momento, propone una explicación religiosa de los comportamientos humanos y sociales tomando a Cervantes a Shakespeare o Marivaux como modelos de inspiración, más que al propio Marx, viviendo casi en un desierto intelectual. Es el gran especialista de la teoría del "deseo mimético", donde propone que los seres humanos nos imitamos los unos a los otros, con lo que beneficia el rápido aprendizaje, pero también pueden surgir las rivalidades, ya que también imitamos los deseos y al final, acabamos deseando lo mismo. Este "deseo mimético" es un mecanismo donde las relaciones humanas, han construido para Rene Girard, toda una idea de la civilización y una explicación cristiana del nihilismo.
En su obra La violencia y lo sagrado, afirma que el deseo mimético amenaza con destruir las sociedades, se produce los que Hobbes llamaba una "guerra de todos contra todos", donde esa violencia se orienta hacia un chivo expiatorio. Esto posibilita canalizar la violencia, finalizar el conflicto y la guerra, restaurando la convivencia. Pero ese chivo expiatorio se reviste de atributos sagrados y se convierte en objeto de culto, en una víctima sacrifical. Toda esta idea de la violencia y lo sagrado se ha producido en las religiones naturales, creando un eterno retorno creador de violencia. René Girard lleva su teoría del chivo expiatorio a la Biblia, donde presenta la figura de Jesús como la víctima perfecta, pero no para satisfacer desde su divinidad el pecado de Adán, sino para desvelar y liquidar el nexo entre la violencia y lo sagrado. Quiere ver en esto un proceso educativo de Dios con la humanidad, para ir desterrando los restos de religión natural arraigada en la violencia, basado en la caridad y en el amor. Una revelación que no ha terminado y que todavía continúa en nuestros tiempos.
René Girard, recoge toda una serie de estudios de la teología para separar la fe cristiana y la "religión" en sentido natural. Ya que esta religión natural acabará siendo lo que proponía los maestros de la sospecha, una proyección de los deseos humanos como apuntaba Feuerbach, o unas hermosas cadenas, una adormidera, que impiden luchar por un mundo más justo según el pensamiento de Marx. Ese Dios violento de Girard, es el Dios de la metafísica, el Dios de los filósofos y no el Dios del cristianismo que busca romper la violencia desde un amor misericordioso.
El origen de su pensamiento proviene de la Biblia y de San Agustín, también su pensamiento religioso hunde sus raíces en la literatura rusa y francesa del siglo XIX y en autores existenciales cristianos como Pascal y Kierkegaard. Pero hay que decir que tiene una relación compleja con Nietzche, de él toma mucho y rechaza también mucho. Piensa que Nietzche estaba convencido de la violencia de las antiguas religiones míticas, y el gran pensador alemán, había comprendido la diferencia entre Dionisio y el Crucificado, sabía que todas las religiones eran la misma cosa. Pero en la cruz de Jesús se condena la violencia, al igual que en el comportamiento de su vida, no consiente el linchamiento de la mujer adúltera. Nietzche era consciente de que existen dos religiones, la pagana sometida al eterno retorno y a al aniquilamiento y la cristiana que rechaza el sufrimiento. Jesús muere contra ese tipo sacrificios, pero vio en ese gesto un acto escondido de resentimiento y no de liberación. El martirio de Jesús, comenta Rene Girard, condena un tipo de sociedad fundada en lo dionisiaco, en la aceptación del proceso victimario y de su violencia. Los mitos invierten la verdad, absuelven a los perseguidores y condenan a las víctimas, al contrario que los Evangelios, que presentan la violencia colectiva de manera exacta, liberan de la ilusión mítica, ya que los propios autores la han superado. La Biblia como el relato de la Pasión hacen descripciones, en lo esencial exactas, de fenómenos de masas semejantes a los mitos por el contagio mimético, pero se dieron cuenta del engaño, presentando la inocencia de la víctima.
Los estudios de René Girard entran de lleno en la antropología de las religiones y en la singularidad del cristianismo, leyendo sus obras con detenimiento, nos damos cuenta como la espiritualidad entra de lleno en nuestras vidas, incluso en los asuntos más cotidianos de nuestra existencia. Nos encontramos ante uno de los pensadores más interesantes y originales de nuestra época, centrado sobre el funcionamiento del hombre y su sociedad. Entre sus obras en castellano, podemos destacar Literatura, mímesis y antropología (Gedisa, 1984), La violencia y lo sagrado (Anagrama, 1985), El chivo expiatorio (Anagrama, 1986), La ruta antigua de los hombres perversos (Anagrama, 1989), Cuando empiezan a suceder estas cosas (Encuentro, 1996), Veo a Satán caer como el relámpago (Anagrama, 2002), Clausewitz en los extremos. Política, guerra y apocalipsis (Katz, 2010), Geometrías del deseo (Sexto piso, 2010).
Desesperadamente busco
un algo, qué sé yo qué , misterioso
capaz de comprender esta agonía
que me hiela, no sé con qué, los ojos, (?)
Desesperadamente, esa es la cosa.
Cada vez más sin causa y más absorto
qué sé yo qué , sin que , oh Dios, buscando
lo mismo, igual, oh hombres, que vosotros.
Blas de Otero, Ángel fieramente humano
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