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El río del rey Ramiro presta su agua a una ‘jardinera de luz’
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NUEVA REPRESENTACIÓN DEL GRUPO DE TEATRO DE LA ONCE

El río del rey Ramiro presta su agua a una ‘jardinera de luz’

Actualizado 12/10/2015
Redacción

GUADRAMIRO | La luz tenue que mantenía los ancestrales muros de la iglesia, convertían la obra de Denis Rafter en casi un acto de recogimiento

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Guadramiro encierra en su etimología dos palabras preciosas. Por una parte un sufijo de origen árabe, que significa río, y por otra el nombre del rey que conquistó y repobló estas tierras fronterizas, Ramiro II. Precioso nombre en su origen pues encierra particularidades que sus habitantes cuentan con orgullo. No tienen río cercano a la localidad, y sin embargo días antes de que llueva, sus calles y algunos de sus empedrados como el de su iglesia parroquial, rezuma agua como en una especie de profecía anunciadora que se burla de nuestras modernas previsiones meteorológicas. Además, su rey fundador Ramiro II, cuya vida se remonta al lejanísimo siglo X, fue un osado guerrero que en plena Reconquista supo repoblar todos los terrenos ganados a los moros con gentes de diversas procedencias de nuestra geografía, y se ganó el calificativo de sabio por sus dotes de estratega. En honor a ambos fenómenos de la naturaleza, uno físico, el otro humano, se crea una palabra que aglutina ambas cosas, pero que junta términos de pueblos tan encontrados en aquella época como eran el musulmán y el cristiano.

Nos encontramos, pues, en una tierra cargada de muchos siglos de historia y muchas culturas que la ocuparon en un marco de guerras y paces que cargaron de austeridad y reserva el carácter de las gentes que allí se quedaron. No es de extrañar que en este paisaje duro como el granito que en él abunda, las construcciones que lo pueblan tengan una fuerza y antigüedad lógicas. Como un símbolo que avala todo esto, permanece impertérrita la enorme escultura de san Cristóbal que alberga su ermita. Es el patrón de los viajeros, que no desentona con los orígenes de sus primeros pobladores que de tan lejos llegaron.

Guadramiro es uno de esos pequeños y desconocidos pueblos de origen leonés, que empezaron abriendo puertas en la formación de nuestra comunidad, incluso país y que al cabo de un gran recorrido secular se ha perdido en la memoria de los tiempos. Cuando sus habitantes se reunieron en la iglesia parroquial este domingo, víspera del Pilar, para ver la representación de Teresa, la jardinera de la luz, un silencio espeso llenaba el recinto. La luz tenue que mantenía sus ancestrales muros, convertían la representación en casi un acto de recogimiento. Los espectadores que llegaban de celebrar su tradicional fiesta de Las Madrinas, habían sustituido su alegría festiva por una concentración casi espiritual ante aquella defensa acérrima que unas monjas carmelitas hacían de Teresa de Jesús ante un inquisidor obcecado en destruirla. Con su vida y obras. Ante este público aparecía una mujer llena de luz, y sabiduría, ducha en mil batallas; aunque al contrario que su rey conquistador, se enfrentó al mundo, pero sin batallas de sangre. Fue sabia y estratega para repoblar como él, pero en su caso conventos de mujeres por toda la geografía del reino, pero para crear otro con miras muy altas donde las mujeres tuvieran voz propia y protagonismo sin necesidad de armas.

Vaya por donde vaya, esta obra de Denis Rafter, autor de su guión y director de la misma e interpretada por el grupo de teatro Lazarillo de Tormes de la ONCE, lleva la maravillosa luz de Teresa de Jesús a la vida e historia de los sitios por donde pasa. No importan las características, geografía, tradiciones, creencias o modos de vida de los lugares a los que llega. Es como si Teresa se hubiera convertido en algo intemporal que traspasa las fronteras del tiempo, las del espacio y la historia de las gentes. Tal vez porque su paso por la tierra fuera un camino que tenía que recorrer en ayuda de los que de ella lo solicitaban, en un acercamiento continuo a lo que era su valor fundamental: el amor a Dios.

Los actores de esta obra han sentido en Guadramiro la fuerza del agua con la que Teresa explicaba su diálogo de amor con Dios, la oración. Al mismo tiempo han mostrado a una mujer sin fronteras a un pueblo hecho a base de romperlas en su creación, acogedor de muchos pobladores y cuna de gente callada y recia, batalladora por lo suyo, y con un patrón viajero, Cristóbal, caminante con Jesús en sus hombros como la andariega Teresa lo llevaba en su corazón. Y como de todo esto se da fe en el montaje teatral de Teresa, la jardinera de la luz con su historia, poesía y música de su tiempo, el siglo XVI, la ovación de los espectadores del lugar, en esta lluviosa y fría tarde de otoño, pusieron el calor necesario para enlazar todos estos ríos que riegan las vidas que dan fruto.

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