MONLERAS | El cineasta produndiza en su obra y su trayectoria, "la que nunca nos cansaremos de ver a través de la linterna mágica de un hombre excepcional cuyos ojos azules han sabido retratarnos y relatarnos"
Asomado a la carretera como una invitación al viajero, el centro cultural La Panera con sus silos metálicos y el recuerdo de lo que fue abrigo del trigo que nos alimenta, es la mejor carta de presentación de un pueblo, Monleras, que ha hecho de la cultura y del espacio común, su seña de identidad. Y es en este lugar privilegiado donde Basilio Martín Patino proyecta una de sus películas más originales, Espejos en la niebla, memoria personal y colectiva de una tierra, la suya y un tiempo no tan lejano que nos devuelve a la obra valiente e iconoclasta de un hombre de cine a quien evoca el periodista salmantino Ignacio Francia con un recorrido emocionado de su vida y obra.
Para Ignacio Francia, Martín Patino, hijo de los maestros de Lumbrales que tanta memoria dejaron en la zona, don Desiderio y Doña Teresa, fue un adelantado a su época que no solo vivió la Salamanca universitaria de las primeras filologías modernas impulsadas por Antonio Tovar, sino que, desde el inevitable sindicato de estudiantes, el SEU, mostró una nueva manera de ver el cine, hablar de cine e integrar en las discusiones del Cine Club y de las primeras revistas, a todas las sensibilidades políticas, cosa harto difícil a mediados de los años cincuenta y en una pacata Salamanca que tan bien retrataría en su película Nueve cartas a Berta, de 1965. Ya en Madrid, una vez acabados sus estudios cinematográficos y convertido en un director censurado con obras como Canciones para después de una guerra o Caudillo, Martín Patino se aleja de los cauces convencionales de la industria para desarrollar una obra personal y libre, capaz, según Ignacio Francia, de mostrarse como un genio del montaje y contar al espectador historias dispuestas a hacerle pensar. Unido a la Salamanca que retrata en Los paraísos perdidos y, sobre todo, en Octavia, el director conoce la historia de Macu Vicente y con ella realiza la exposición y el ensayo audiovisual Espejos en la niebla, mostrándose en cada uno de estos trabajos según Ignacio Francia, como un creador intrépido, valiente, independiente, comprometido y sobre todo, un humanista.
Ese mismo humanista, que, tras retratar de forma sesgada al personaje de Inés Luna Terrero, no pudo por menos que interesarse por la trágica expulsión de toda una familia, a comienzos del siglo XX de la finca en la que trabajaban cercana a Traguntía. El éxodo casi biblíco de los Velasco y su posterior asentamiento en la finca Centenares no es solo la historia personal de Macu Vicente magníficamente relatada en el libro Centenares, es la historia de una Salamanca sometida al arbitrio de los señores y a una vida de privaciones retratada a través de Espejos en la niebla. Ejercicio de memoria y de una Salamanca pueblerina y atrasada que se ofrece a la modernidad de los descubrimientos científicos y a la alegría de la Belle Époque, la película nos muestra la historia de la familia de los Velasco, su éxodo y su tenacidad para salir adelante en unas tierras yermas y olvidadas, enfrentada a la vida de Inés Luna Terrero, el personaje legendario que desprende aún su aura de leyenda por los campos de Vitigudino. Y es a través de las fotografías familiares de Macu Vicente, así como las del Archivo Personal de Inés Luna, como nos adentramos en esta historia particular que define a la Salamanca de comienzos de siglo, dolorosamente enfrentada al atraso, a la modernidad y al choque que produjo la guerra civil. Conmovido tras las palabras de Ignacio Francia y las de Macu Vicente, el público de La Panera asistió a la proyección del documental con emoción contenida.
La misma emoción que rodeaba, como un espontáneo homenaje a Martín Patino por parte del alcalde de Monleras, Ángel Delgado y de su excepcional concejal de cultura, Juan Jesús Delgado Pascual, al cineasta salmantino, no solo arropado por su esposa Pilar, sus amigos personales entre los que destaca el profesor y escultor Fernando Osinaga, así como la propia Macu Vicente e Ignacio Francia, sino por quien ha realizado una película sobre el cineasta, la directora barcelonesa Virginia García del Pino, autora del documental La novena carta. Rodeado de admiradores amigos y amigos admiradores, Martín Patino también tuvo la oportunidad de comprobar como aquella petición suya de que se estudiara la vida de Inés Luna Terrero se convierte en una realidad. En la noche de Monleras, no solo se evocó la historia de los Velasco, Inés Luna estuvo en las palabras emocionadas de Alfredo García Vicente, miembro también de esta familia e investigador de la persona de esta Dama Luna a la que ya ha arrancado a través de las páginas de Salamancartv al día uno de sus mayores secretos: el de su hija secreta. Riguroso en la documentación, apasionado del tema y un comunicador entusiasta, Alfredo García no fue el único "lunático" entre las paredes aún evocadoras de una vida campesina en Monleras, le acompañaba Eladio Sanz, catedrático de electrotecnia de la universidad de Salamanca, experto en Carlos Luna como introductor de la electricidad en la provincia de Salamanca así como Carlos Mezquita, una de las personas que más ha defendido el legado de los Luna en Traguntía? partícipes de una historia inusual que, levantado el velo de la memoria, la niebla del espejo que cubre lo que intuimos o sabemos de oídas, se ofrece a nuestros ojos liberada de toda reticencia. Inés Luna fue la sombra misteriosa y bellísima sobre la historia de esfuerzos y alegría de los habitantes de Centenares, una historia que, a través de las imágenes de Martín Patino, fue la nuestra durante un acto lleno de emoción y cercanía. Un acto que no pudo tener un espacio más hermoso y hospitalario que este pueblo entregado a abrirse en forma de anfiteatro comunitario, granítico y eterno a la cultura de todos, a la historia de una tierra que es la nuestra. La que nunca nos cansaremos de ver a través de la linterna mágica de un hombre excepcional cuyos ojos azules han sabido retratarnos y relatarnos: Basilio Martín Patino.
Charo Alonso
Fotografías: Fernando Sánchez Gómez
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