Para vos Nací

Una muestra excepcional acerca de Santa Teresa, el Carmelo en Lima y el mundo espiritual carmelitano. Con las instituciones -Arzobispado, Carmelo, Municipalidad o Ayuntamiento- unidas y apostando por lo mejor.

Felicitaciones por las palabras de los curadores Luis Martín Bogdanovich, tan pulcro, tan espiritual y Denisse Rouillon, tan mística, Tan sencilla. Gracias a los dos por ser tan profesionales y al mismo tiempo tan audaces en su misión cultural-espiritual. Lo mismo, Luis Enrique Tord, regidor, quien, en nombre del alcalde Castañeda, resaltó la importancia de las imágenes en el Concilio de Trento y el Barroco. Y Monseñor Adriano Pacífico Tomasi, obispo auxiliar de Lima, tan paternal y tan pastor, en nombre de S.E. Cardenal arzobispo de Lima, Juan Luisa Cipriani. Las muestra se encuentra en la Galería Municipal "Pancho Fierro" , Municipalidad de Lima. De martes a domingo: 10 a.m-8 p.m.

El proyecto curatorial pone de relieve un excepcional acervo patrimonial, muchas veces olvidado y sin acceso, para compartirlo de forma abierta e inclusiva con la población, beneficiándolos de su innegable valor. Como dice el cuidadoso catálogo editado "constituye un aporte a la recuperación de la memoria del centro histórico de Lima a través del reconocimiento, investigación y difusión de la riqueza artística que alberga".

Al hilo de la muestra, quiero destacar la vinculación con Salamanca del capitán Domingo Gómez o Sánchez de Silva, quien fuese esposo de la primera profesa carmelita de Lima, Catalina María Doria. De él sabemos que nació en la Villa de San Martín del Castañar (Salamanca) y que llegó al Perú hacia 1599, ya casado con la célebre doña Catalina María Doria, oriunda de Milán (Italia). Cuenta la tradición que al llegar a un punto en el camino entre Lima y el Callao las mulas no quisieron seguir avanzado y allí establecieron un templo bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen de la Legua.

Como no tuvieron hijos, se dedicaron a obras de beneficencia. Fueron los promotores del nuevo internado femenino, donando para ello varios solares de su propiedad, además de su tiempo y sus personas. La idea partió sin duda de doña Catalina, quien en su infancia había residido en una de estas casas existente en la ciudad de Milán. Pensaba, que si aquella vida de silencio, oración y estudio le había ayudado a ella para su formación y para superar honradamente su orfandad, copiar en Lima ese mismo estilo de vida sería de provecho para muchas pobres huérfanas, españolas y mestizas. Empezó por enseñar en su propia casa a unas cuantas niñas principales, algunas de las cuales -hijas de don Francisco de la Cueva, caballero de la orden de Alcántara- más tarde serían religiosas en los monasterios de la Concepción, la Encarnación y Santa Clara de Lima. No contenta con esto, en 1615, se fue a la Capilla de Nuestra Señora del Carmen de la Legua, para criar allí a un buen número de doncellas que le confiaban sus propios padres, y otras huérfanas pobres. Después de trabajar durante cuatro años seguidos decidieron -por mutuo acuerdo de ambos esposos-, adquirir unos solares de Hernando Sánchez situados en la llamada Acequia de Isla, en el camino que va desde Lima al puerto del Callao. Una vez allí, no sólo edificaron la casa-recogimiento sino que, junto a ella, y con las debidas licencias, hicieron levantar también una iglesia bajo el nombre de Nuestra Señora del Carmen. Recibieron a las primeras colegialas el mismo año -1619- vistiendo todas, a modo de uniforme, el hábito de las Madres Carmelitas Descalzas de Santa Teresa de Jesús. Según el parecer del padre Vásquez de Espinosa, la vida que llevaban las niñas era de "gran virtud y clausura, y continuo coro, más que si fueran religiosas descalzas". Pero, además de rezar, las niñas se ejercitaban en la lectura de lengua romance y latina y otros ejercicios virtuosos -como anota Cobo en su Historia . También practicaban canciones y aprendían a tocar algunos instrumentos porque, los sábados y domingos -que eran días de fiesta y vacación para ellas- acudía la gente de los alrededores a escuchar las Misas cantadas, que acompañaban con la solemne música del órgano. Al mando de la casa y de sus moradoras se encontraba doña Catalina María haciendo las veces de madre, maestra y superiora. El número de recogidas fue aumentando y en 1623, el capitán Domingo Gómez de Silva y su mujer, se dirigieron al virrey -don Diego Fernández de Córdoba- para solicitar el establecimiento definitivo del Recogimiento. Tres años después, y con el visto bueno del doctor Alberto Acuña, les llegaba la deseada licencia, fechada en los Reyes a ocho de junio de 1626.

Para financiar los gastos del recogimiento se sirvieron de una a Hermandad o Confraternidad de Venticuatro hermanos. La tarea realizada por esta Hermandad de Nuestra Señora del Carmen fue ciertamente eficaz pues, en la carta que dirige Domingo Gómez de Silva al virrey -marqués de Mancera- en 1641 pidiendo convertir la casa en convento, refiere que la renta es superior a veinte mil pesos de principal. En 1642 muere el capitán Gómez Silva y será su viuda quien transfiere el recogimiento y se dedica desde 1643 a fundar un convento de monjas Carmelitas Descalzas. De hecho, será ella misma la primera en tomar el hábito en 1645 y sumarse a las carmelitas llegadas desde Cartagena de Indias un 17 de diciembre de 1643.