La fotografía del futuro y sus dependencias

Cada día nos desayunamos con noticias sobre los llamados avances que el ser humano es capaz de realizar en muchos campos de su casi inacabable actividad. La cirugía, la ciencia, la tecnología o la conquista del espacio exterior, por poner algunos ejemplos, nos sorprenden a diario con nuevos progresos en el afán humano de mejorar la calidad de vida de los que habitamos este planeta. La devoción por la máquina de los futuristas italianos de principio del pasado siglo se ha transformado en culto a las nuevas tecnologías y nanotecnologías plasmadas en novísimos dispositivos que nos quitan el sentido y algo más.

Dicho esto, es casi una tentación hacerse la pregunta ¿cómo será en el futuro de?? conscientes de que estamos ante una nueva manera de entender nuestras relaciones humanas mediatizadas por dos polos opuestos: los que se niegan en rotundo a depender ni tan siquiera un gramo de las nuevas tecnologías y los que están haciendo cola para poder acceder al nuevo reloj de Apple, dejando claro que entre ambos extremos hay millones de matices en el uso y devoción que los humanos hacemos y tenemos de estos avances tecnológicos.

Inmerso en alguno de esos matices me he preguntado en múltiples ocasiones cómo será la fotografía del futuro y evidentemente también me lo he contestado: estoy seguro que el ser humano prescindirá de las cámaras fotográficas, no sé cuánto tiempo pasará hasta que esto sea realidad, pero nuestro ojo -uno sólo en representación plana y los dos en relieve- serán nuestras cámaras, de hecho pienso que no hay mejor cámara que nuestros ojos, ellos son capaces de ser a la vez gran angular y teleobjetivo en décimas de segundo, la lente (el cristalino) y el diafragma (el iris) son de una precisión muchísimo mayor que cualquier objetivo convencional y el sensor (nuestro cerebro) tiene una resolución que ya quisiera cualquier cámara actual por muy cara que sea. Siempre he pensado que la cámara que se utilice para tomar fotos es un intermediario que, a la vez, separa y une al fotógrafo con la vida que nos rodea y que lo que hay que hacer es dominar absolutamente el aparato que tengamos en medio de ambos para poder captar la esencia de la misma. El buen fotógrafo se tiene que olvidar que tiene algo en medio, o lo que es lo mismo, someter la increíble capacidad de nuestro ojo a las segurísimas deficiencias de la tecnología que tengamos entre nuestras manos para así poder mirar como lo hace nuestra cámara, ya que no podamos ir más allá que las posibilidades que tenga, evitando así muchísimas frustraciones en la segura disfunción de cómo ve nuestro ojo y como ven las cámaras.

El camino hasta prescindir de la cámara ya ha empezado, existen gafas de hacen fotos y video, pero son aparatosas y delatan a quien las lleva y además se venden como espías, lo que nos lleva a pensar que los avances en este campo no se harán pensando en la creatividad, sino en reducir aún más la libertad de expresión concepto tan "peligroso" como manido. Entonces, ¿qué nos queda para llegar a prescindir de tan imperfectos artefactos? Pues que la tecnología sea capaz de registrar, almacenar y difundir lo que vemos con una simple orden cerebral. Ahí es nada y ahí nace la disconformidad de algunos respecto a estos supuestos avances: ¿es lícito pensar en todo esto mientras no tengamos resueltos los problemas más acuciantes de la humanidad como el hambre, la malnutrición de cientos millones de personas, los deseos de emigración para huir de ella, la explotación del por el hombre, la inmensa y creciente desigualdad, el paro y hasta la propia libertad de expresión de los ya tienen cubiertas esas necesidades? Entonces ¿por qué seguimos pensando en el futuro de las cosas si no tenemos asegurado el futuro del planeta y, por consiguiente, el futuro de la humanidad? ¡Joder! seguiré haciendo fotos con la máquina de siempre.