Unamuno responde

Mi querido amigo Elías:

No por obligada cortesía, sino con sincero afecto consagrado, respondo a la carta que me enviaste ayer desde la casa rectoral donde viví catorce años, declarando tu perpetuo hermanamiento conmigo en ocho sentimientos vitales que compartimos en el indescifrable valle de la historia personal, con noventa y nueve años de diferencia en el encuentro con la vida.

Te escribo desde el misterioso pecho del Padre Eterno donde habito con todos los cristianos que ayer te premiaron, removiendo aún las conciencias de quienes, como tú, retiemblan ante los versos, se conmueven en las aulas, dejan volar libre el carboncillo sobre papeles milagreando arte, y quijotean redenciones sociales en un mundo encristalado de vulgaridad.

Nuestra hermandad va más allá de las ocho vecindades anímicas anunciadas por ti en carta abierta y con valiente desgarro, ante los evangelistas y descreídos que escuchaban, sin saber que los lazos de espiritualidad laica que compartimos nos mutualizan, dislocando la certidumbre de quienes venden la dignidad, el honor y la honradez por un puñado de lentejas.

Compartimos, Miguel, nombre, renombre, fama y nombradía, con humildad franciscana, desconocida por los presuntos sabedores que todo lo ignoran. Amamos la verdad por encima de la paz, cauterizando los desgarros de la infidelidad con bálsamo de olvido. Y nos amiga la amistad, en interdependencia mutua, ajena a los prestamistas que la profanan.

Somos, en fin, Miguel Elías, versos sueltos de cada día que aspiran a conciencia plena en medio de la tosquedad. Templados espíritus aislados de turbulencias forjadas por la grosería moral de los escuderos panzudos. Generosos corazones, incansables en la lucha por una sociedad más justa. Y soñadores en paraísos terrenales forjados en fragua solidaria de igualdad, muy alejados de vergeles celestiales inalcanzables.

Tú coloreas con pinceles la poesía que yo hago pensar con sentimiento, obligando a sentir al pensamiento. Juntos hacemos cola en los bancos de alimentos espirituales que nutren el arte, la educación y la cultura. Y padecemos con indignación ministros aniquiladores de las enseñanzas artísticas y musicales, porque sabemos que otra educación es posible y otro futuro deseable.

Tú admiras a la reina Kahlo, y yo miro de reojo a la musa Mallo, pero las dos son muy nuestras. Para ti, el lienzo y el óleo; para mí el pliego y el lápiz, pero amando juntos la creatividad y la belleza. Ambos inconformistas, sinceros, espiritualistas, maestros y viajeros incansables por latitudes inaccesible, que hemos peregrinado juntos a Oxiana con Robert Byron.

Incluso nos unen nuestras incapacidades para la limpieza y el orden, tú desinteresado en adecentar la caja de acuarelas, y yo inhabilitado para mantener el orden en mi mesa de trabajo. Tus zapatos salpicados orgullosos de pintura, y mis pantalones presumiendo de rodilleras, unos y otras indomables, como nuestra voluntad.

Amamos nuestras "costumbres", que nos han dado alas para volar. Agradecemos a los hijos-tesoro su existencia. Evocamos titilantes maternidades diarias para ellas. Y eternizamos en la memoria las horas familiares pasadas en torno a la camilla del brasero, mientras yo te guardo un sitio en la eternidad para seguir compartiendo la vida contigo en la memoria de quienes nos recuerden.

Te abraza, tu amigo Miguel de Unamuno