Los mayores especialistas de Unamuno reflexionan sobre su vertiente espiritual alrededor de 'Diario ...

La Asociación de Amigos de Unamuno recordó ayer en la Sala Capitular del convento dominico de San Esteban, los tres días que allí pasó don Miguel luchando contra el misterio, tras sufrir irredimibles angustias la noche del 21 de marzo de 1897, cuando hizo añicos su alma la crisis espiritual que arrastraba desde hacía doce años, compañera inseparable del eterno agónico, hasta que abandonó su zozobra en el misterioso hogar del Padre Eterno.

Desde la celda conventual dominica pasó Unamuno al Oratorio alcalaíno de San Felipe Neri junto a su antiguo confesor en los "luises" bilbaínos, para que el padre Lecanda restañara unas heridas anímicas imposibles de cerrar, porque la angustiosa lucha de don Miguel contra el Misterio, sería compañera inseparable en su largo peregrinar, buscando una respuesta que llegaría finalmente en las aguas de San Martín de Castañeda.

El Viernes de Dolores de 1897 comenzó a escribir en un cuadernillo escolar de hule negro sus "nimbos", pensamientos que tomarían forma de Diario Íntimo por decisión de la editorial Escelicer en 1970, cuando su autor llevaba treinta y cuatro años huido de la vida, y hacía trece que Zubizarreta anunció en El Mercurio peruano, su hallazgo.

Reflexiones espirituales que ayer recobraron vida intramuros del convento, 118 años después que fueran escritas por su autor, punto de partida para posteriores ensayos filosóficos cuando retemblaron en la pluma del gran agitador de conciencias sus vibraciones anímicas, acicate de quien pasó la vida luchando contra todo y contra todos, sin hallar consuelo al horror a la nada que a todos nos espera tras la frontera.

La mesa redonda 'Comentarios al Diario Íntimo de Unamuno', moderada por Francisco Blanco Prieto, presidente de la asociación, contó con la intervención de Cirilo Flórez Miguel, catedrático emérito de Filosofía; Etelvino González López, especialista en el 'Diario íntimo'; Luis Frayle Delgado, catedrático de Filosofía; y José Vicente Rodríguez Rodríguez, estudioso de Unamuno.

Fotos: Pablo de la Peña