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¡Por favor, no hagan olas!
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¡Por favor, no hagan olas!

Actualizado 13/12/2014
José Ramón Serrano Piedecasas

¡Qué decir! Si uno se dejara llevar por sus emociones no escribiría en este periódico digital ni en ningún otro. Si me dejara llevar por este insidioso y permanente desencanto me iría a la cama con un calcetín a modo de gorro de dormir y no me levantaría en todo el día. O mejor, a lo Onetti, me metería en la cama con un Torres 10 (aquél lo hacía con una botella de absenta). ¡Qué comentar de las noticias que día a día nos sumen en la mayor de las miserias¡ ¿Resulta enfática tal declaración? Pues miren: nada de nada. Cuando llegué, después, de muchos años de vuelta a España me encontré otro país y otras gentes distintas de las que dejé allá por los sesenta y cuatro. ¿Cómo decirles? Cuando me embarqué en el "Enrico C" rumbo a Montevideo, desde Barcelona, la España que dejaba atrás estaba en blanco y negro. Para algunos, para mi, era una España inhóspita, gris, "zaragatera y triste" como dijo Machado. Una España vieja y vengativa. En Salamanca, por ejemplo, se instalaban unos altavoces a la altura de la iglesia de San Juan de Sahagún, los viernes santos, y los viandantes escuchaban, una a una, sí o sí, las estaciones comentadas del Vía Crucis. Miles de procesiones y miles de romerías. Miles de bailes folklóricos, de corridas de toros, de partidos de fútbol y cientos de pantanos inaugurados inundaban los Nodos y la incipiente televisión española. La mayoría de los que me lean no han vivido esa época, pero así fue, se lo aseguro. España entonces era, pienso hoy, como un vasto y basto cuartel o seminario de curas. Por eso, mucho me cuesta ver con simpatía a la iglesia católica, menos a las gentes que aún suspiran, con nocturnidad, por aquellas otras que nos gobernaron con mano de hierro. Pero la historia sigue y sigue. Y como decía Pedro Salinas: "Los troncos rectos del árbol entregan su rectitud, ya cansada, a las curvas tentaciones de su reflejo en las ondas...". Así parece ser el hoy que vivimos: una correntada. Una correntada que se ha llevado toda esa "rectitud" por delante. Se ha llevado a la monarquía, a la España una, a la Iglesia Católica, a la "derecha" y a la "izquierda" partidaria, a la justicia... Lo que es peor, se ha llevado por delante a la austeridad de vida tan española, a la honradez tan española. Todo por delante. Y otra vez, una vez más, volvemos a ver esa película, la nuestra, en blanco y negro. Por eso, a veces, no dan ganas de levantarse de la cama y como Juan Carlos Onetti hacía, aferrarse a una botella de absenta y decirles o tan solo desear: por favor cuando entren en esta sentina (nacional) al menos no hagan olas.

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