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Pruebas sobre becadas
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PERROS DE MUESTRA

Pruebas sobre becadas

Actualizado 16/11/2014
Antonio Vicente*

Las pruebas de becadas son extraordinariamente difíciles para todos, pero especialmente para los jueces

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Lamentablemente, el Setter Club de España ha tenido que suspender la prueba de becadas que tenía programada en el Parque Natural de Valderejo (Álava) para los días 15 y 16 de este mes de noviembre. Tenía invitación del presidente del Club para asistir como juez a dicha prueba, además de una gran ilusión por lo que supone de extraordinario juzgar estas pruebas y máxime teniendo como colegas a verdaderos expertos en este tipo de eventos, Lorenzo Urra, Josetxo Vacas y José Condado. Tenía, ya, el pertinente permiso de la RSCE para asistir como juez cuando se me ha comunicado la suspensión de la prueba.

Siendo yo un apasionado de la caza de becadas me interesa siempre juzgar estas pruebas por lo que se puede aprender del comportamiento de los perros en el monte, lástima que ya solo se vean setters tras las 'sordas', cuando me gustaría ver, también, a los pointers, pero las modas y las tendencias actuales nos privan de semejante lucha. Juzgar, por otra parte, con jueces que han sido y son grandes cazadores de sordas y expertos en juzgar estas pruebas es necesariamente enriquecedor, de ahí mi lamento por la suspensión de la prueba.

Las pruebas de becadas son extraordinariamente difíciles para todos, pero especialmente para los jueces, por la orografía del terreno donde se celebran, y a la vez totalmente distintas de las que se disputan sobre los terrenos llanos y de verde trigo en lugares como Toledo y Andalucía.

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Mi experiencia en estas pruebas se reduce a dos años, 2010 y 2011, estando presente, ambos, en la Reserva Nacional del Saja, muy cerca de la localidad cántabra de Cabezón de la Sal, invitado, entonces, por el Club de Cazadores de Becada con Perro (CCBP) para juzgar sendos Diploma de Iniciación.

Allí pude comprobar la extrema dureza para el juez, máxime cuando en estas pruebas (el Diploma) suele ir a juzgar un solo juez. El primer año, tenía una batería de 15 parejas de perros, todos setters, y tuve la suerte de que en el punto de concentración, por la mañana y a la hora de partir, se encontrara allí el colega de Bilbao, Adolfo Iglesias que fue de la opinión que se debían hacer dos baterías. Así se hizo y una la juzgó él con 7 parejas y la otra yo con 8 turnos en parejas, tiempo y cantidad suficiente para sufrir la mayor paliza de carácter físico que me había dado hasta entonces en un concurso. Fue la primera vez que al regresar al punto de concentración tuve que cambiarme de ropa, empapada totalmente en sudor. En cada batería se vio solamente una becada, pero con la caza de campo esto se puede dar por normal.

El año siguiente fui invitado de nuevo, y de nuevo acepté la invitación. Las becadas no solo vuelven locos a los perros, también a sus presentadores, siempre gente del Norte y a quienes vamos a juzgarles. Andar en el monte tras la becada, bien con escopeta, bien con la corneta al cuello, como es este caso, es algo sin parangón.

"A veces se concursa monte arriba, a veces monte abajo, a veces sin viento, los perros van con el campano y a la vez con el beeper puestos"

Ya sabía lo que me esperaba mientras viajaba camino de Cabezón de la Sal, otra paliza, pero la ilusión era la misma de siempre o más. La mañana siguiente, a la hora de preparar todo, me encontré que este año el colega Adolfo no estaba y las 12 parejas de setters serían para mí solo. Llegado el momento partimos con los coches montaña arriba hasta el punto de inicio. En las pruebas de becadas pocas cosas son iguales a los concursos convencionales. Aquí, una vez en el punto de inicio, los participantes sacan sus perros de los coches, les atraíllan y toda la comitiva se adentra en el monte camino del lugar donde el guía de campo estima oportuno comenzar.

Una vez allí comienza la prueba con la suelta de la primera pareja, siendo imposible poner a los perros cara al viento como en las pruebas de llanura, a veces se concursa monte arriba, a veces monte abajo, a veces sin viento, los perros van con el campano y a la vez con el beeper puestos. El beeper se programa para que solo suene si el perro se pone de muestra.

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Este segundo año amenazaba lluvia y salí con la ropa apropiada, pero como luego no llovió y esta ropa transpira poco o nada, la mojadura fue de sudor, que unido al esfuerzo físico que supuso juzgar yo solo 12 turnos continuados hizo que por segunda vez al terminar tuviese como primera ocupación tirar toda mi ropa, pues ni una ducha me hubiese empapado tanto.

Como el año anterior solo se vio una becada que fue aprovechada por un perro para hacer un punto y ser, lógicamente, el único clasificado. Casualmente este perro era hijo del mismo que hizo el punto sobre la becada del año anterior, ambos del mismo propietario, el cántabro Ángel Belarra.

Estos últimos años también fui invitado, pero por unas causas u otras no pude asistir, y por eso ahora, con las pilas cargadas, tenía unas ganas tremendas de volver a la montaña y volver a escuchar los beeper mientras peleamos contra el agotamiento por llegar a tiempo de servir el punto y ver volar la becada, antes de que alce el vuelo, condición indispensable para dar validez a la acción, tal como nada el reglamento antes de escuchar su majestuoso aleteo surcando el bosque.

No ha podido ser, pero ganas no me faltan, habrá otras oportunidades, no sé que tienen las becadas pero a todos nos vuelven 'locos'.

*Juez Internacional Canino
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