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La esencia de la caza retorna a Las Cañadas
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ORGANIZADA POR CAZADORES DE VITIGUDINO

La esencia de la caza retorna a Las Cañadas

Actualizado 16/11/2014
Miguel Corral

La lluvia incidió en exceso en el resultado de esta mítica montería de la provincia, y en la que participaron 58 puestos y seis rehalas

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Después de que para los oportunistas el negocio en la caza dejara de serlo, la finca de Las Cañadas retorna al lugar que en la venatoria nunca debió perder y que siempre caracterizó a esta finca en las manos de Jesús Sánchez Montejo. Pues sí, Las Cañadas, finca de contrastada fama en el círculo montero, volvió a reflejar este sábado los valores que siempre han identificado a esta práctica y que van mucho más allá del simple acto matar un animal.

En esta última montería sobre jabalí y zorro quedó demostrado que en la cinegética no es todo colgar pieza, y que el trabajo, la honradez, la preocupación y el empeño por hacer bien las cosas tiene su recompensa. Es cierto que la escasa junta de carnes dejó un cierto sabor agridulce, en especial a sus organizadores por haber hecho todo lo que estaba en sus manos para que esta mítica montería de la provincia, cochinera donde las haya, resultase con un éxito pleno.

Pero las condiciones meteorológicas no acompañaron. La persistente lluvia acompañada del viento incidió en la puntería de los monteros, pues no resulta fácil meter en la retícula de un visor, empañado e incluso con gotas de lluvia, una manada de cochinos a todo lo que le dan sus patas, y que es suficiente velocidad para ser vistos y no vistos entre un monte de escobas y con tupidas bardas de roble.

Hasta 148 disparos se contaron, aunque seguro que hubo más que no se escucharon, lo que dice de los guarros que había en esta mancha abierta de 700 hectáreas y que cerraban tres armadas, dos cierres y una traviesa, 65 puestos autorizados de los que se colocaron 58, y en la que se introdujeron seis rehalas.

Desarrollo de la montería

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La jornada comenzaba a las puertas del bar El Retiro en Vitigudino. No en vano, Carlos, su propietario, era junto a Roberto 'Piraña' el organizador de la cacería, por lo que la responsabilidad en esta ocasión recaía en Vitigudino, en dos cazadores que se echaban al 'ruedo' venatorio para demostrar que aquí también hay gente emprendedora y que la caza por estos lares está infravalorada como recurso.

La hora de la junta comenzaba a las ocho y media de la mañana con el café correspondiente, la inscripción en la mesa y una hora después unas patatas 'meneas' con torrezno incluido para marchitar en parte la humedad más que el frío, que también. Entre tanto, monteros de todos los puntos de la provincia, e incluso alguno de renombre, procedían a su llegada al saludo cordial con los 'orgánicos', y entre corrillo y corrillo se escuchaba la impaciencia de las rehalas por salir al monte. La gran familia montera estaba casi al completo, en su mayoría grupos de amigos, compañeros de jornadas de caza que volvían a reencontrarse.

Tras el desayuno comenzaba el sorteo por riguroso orden de inscripción. Aquí aparecía 'Juanmi', mano derecha de la propiedad en esto de la caza, y que tras entregar a cada puesto su lugar en la mancha procedía a recordar algunas de las normas básicas que debe cumplir todo buen montero, en especial aquellas relacionadas con la seguridad, y la de dejar cumplir la caza en el puesto, algo fundamental en esta finca debido al escaso relieve del terreno.

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Concluida la ceremonia, con bendición sacerdotal, Padre Nuestro y pésame para uno de los monteros por el fallecimiento de un familiar ?lo que le impidió acudir a la montería? cada postor organizaba su armada antes de salir camino de Las Cañadas. Y a partir de ese momento la lluvia ya no tendría descanso.

Sobre las 11.15 horas tenía lugar la suelta, aunque incluso algún minuto antes de ese momento ya se habían escuchado los primeros disparos. Así hasta 148 contados a las tres de la tarde, ladras que se sucedían y hasta algún agarre, pero todo ello no fue suficiente para que la mayoría estuviera deseando poner fin a la montería. El agua y el viento no dieron tregua.

En las instalaciones de la finca aguardaba a los monteros uno de los momentos más gratificantes, especialmente en un día como este. Un estupendo cocido, en el que no faltó detalle y que fue preparado por varias mujeres ?esposas de cazadores de Vitigudino?, quitaría a muchos el mal sabor de boca por los fallos cometidos, pues fueron pocos los que se quedaron sin ver caza, y eso se valora tanto o más que matar. Al final, ocho cochinos en la junta de carnes, dos de ellos buenos, aunque lo mejor de este día fue que la esencia de la caza retornó a Las Cañadas.

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