Desde Salamanca, sin ira

Algo tan simple como el hecho de viajar, es suficiente para hacer comparaciones. Como asiduo usuario de la Autovía de Castilla o A-62 entre Salamanca y Palencia, con una mezcla entre protesta e incomodidad, padezco en mis carnes ?mejor dicho, en las cubiertas de mi coche- el mal estado que presenta su firme. A pesar del intenso tráfico de turismos y camiones, cuando el deterioro ya es descarado, aparece el oportuno "parche" que disimula lo calamitoso de la calzada, hasta que la situación económica permita acometer el remozado integral que está pidiendo a voces. Por razones familiares, también frecuento otras autovías que enlazan con esta Comunidad y, para mi desconsuelo, observo que gozan de un estado de conservación mejor que el nuestro. Todavía no se me olvida que Salamanca tiene el dudoso honor de ser de las últimas provincias de España en disponer de algún Km. de autovía, y que aún quedan unos pocos para llegar a la frontera portuguesa. En Cataluña, sin embargo, la situación es muy distinta. Desde hace años, y a pesar de sus continuas quejas por tener que pagar peajes, disponen de una extensa red de autopistas y autovías ?entre Lérida y Barcelona discurren paralelas-, salida de los mismos fondos estatales.

Cuando algunas ciudades castellano-leonesas ?no todas- están de actualidad porque, en el plazo de un año, verán hecho realidad el sueño del AVE, las capitales catalanas hace años que están enlazadas con el resto de España, después de faraónicas obras que dejaron temblando los Presupuestos.

Si hablamos de esa otra lotería que supone albergar en nuestra tierra empresas industriales con plantilla de obreros de más de tres cifras, también hemos sido colocados al final de la cola. En esta parcela, otra vez Cataluña ?y el País Vasco- se vieron beneficiados por generosas inversiones del Estado que lograron establecer el tejido industrial adecuado para alcanzar un nivel de riqueza y desarrollo superiores al del resto de España.

No quiero seguir enumerando otros aspectos en los que también se ha invertido generosamente en Cataluña porque sería caer en el victimismo, cosa que me cansa. Sin embargo quiero dejar bien claras dos afirmaciones. Una de carácter local y la otra de ámbito nacional.

Vamos con la primera. En Salamanca todavía estamos "padeciendo" la pasividad de los distintos gobiernos y la prepotencia de la Generalidad, a la hora de soportar el expolio del Archivo Histórico y de ver cómo se incumplen los requerimientos de devolución de aquellos documentos indebidamente "sacados". Pues bien, a pesar de todo lo anterior, no vamos diciendo: "Cataluña nos roba".

La consideración de ámbito nacional es, sencillamente, recordar al Gobierno de la Generalidad que, cuando sigue manteniendo su mantra ¡España nos roba! -sin manifestar ni una sola vez que quien de verdad ha estado robando a España ha sido el "inventor" de esa Cataluña insaciable e independentista-, se cuida muy mucho de no reconocer ni agradecer los muchos miles de millones de euros que hemos aportado el resto de españoles para saldar las deudas acumuladas por su nefasta gestión. No sólo se olvida sino que, estando claramente en la cuerda floja, sigue dilapidando fondos estatales en piruetas rocambolescas e ilegales.

Cuando toda España está tomando muy en serio el gravísimo problema del Ébola, el Consejero de Sanidad de Cataluña se permite la licencia de bromear en Barcelona comentando ante un grupo de periodistas catalanes que, por regresar de Madrid, vería normal que no se acercaran a él. A ese Consejero y a todos los medios de comunicación catalanes cabría preguntarles: ¿A qué esperan para dedicar una sola línea de sus comentarios a las diez personas fallecidas en Cataluña en menos de un mes, por un brote de legionela? Si esas muertes se hubieran producido en Madrid, ¿mantendrían el mismo silencio?

El Señor Mas sabe que muchos catalanes y el resto de España queremos seguir unidos a Cataluña porque, aunque no se lo crea, nos gustan sus tierras y sus gentes. También debe saber ?aunque yo estoy convencido de que sí lo sabe y se lo calla- que, a pesar de nuestra desventaja, pensamos que, estando unidos, todos saldremos ganando, y que, si se cumplieran sus deseos, todos los catalanes, independentistas o no, lo pasarían mucho peor. También sabe todo el mundo que Ud. se ha pasado de frenada y tiene extraños compañeros de viaje que le empujan al precipicio. Recapacite y abandone ese sueño soberanista cimentado en falsedades. Ni Ud. representa a todos los que viven en Cataluña, ni el resto de España ?que ha admitido siempre esa desventaja sin protestar- puede estar equivocado. Ya que nosotros no lo hacemos, ¿Usted de qué se queja, señor Mas?