La seducción del espectáculo o la mirada asombrada de Everett Shinn (1876-1953)

Siempre se ha sentido el hombre atraído por las representaciones. El teatro, la danza, el circo, el cine, la televisión? en ellas se someten a la contemplación del espectador las vidas, las relaciones, los infortunios y las alegrías de otros seres humanos semejantes, con laberintos vitales que pueden entenderse muy bien por ser cercanos e incluso sufridos o gozados personalmente por el contemplador. Esa catarsis produce una liberación o purificación emocional que descarga en los otros, los actores de esas manifestaciones artísticas, aquellos sentimientos o emociones que necesitan ser contrastados. Son otras personas que comparten nuestra existencia, sufren, aman, ríen, lloran?lo mismo que nosotros. Coparticipamos con ellos nuestra humanidad.

Por otra parte, grandes creadores como Calderón o Quevedo, reflejaron en sus obras su convencimiento de que nuestro pasar por este mundo tiene mucho de representación teatral. El vivir sería como actuar con mayor o menor éxito en el papel que se nos ha asignado. Ahí está "El gran teatro del mundo" de Calderón o "Epicteto y Phocílides" de Quevedo en el que nos recomienda:

No olvides que es comedia nuestra vida

y teatro de farsa el mundo todo.

En el campo pictórico contamos con numerosos ejemplos de fascinación por el espectáculo, ya sea el ballet, el circo, el teatro o el music hall. En el Museo Picasso de Barcelona se expusieron en 2006 cerca de 300 de sus obras relacionadas con el circo, entre pinturas, esculturas, dibujos o grabados.

Gutierrez Solana cuenta en el Centro de Arte reina Sofía con dos obras circenses: un excelente retrato de dos payasos ?trompetista y acordeonista- así como la escena de una señorita caballista junto a su caballo blanco posando en la pista. Pero a Solana no sólo es el circo como espectáculo lo que le motiva pictóricamente. También las corridas de toros, los cafés cantantes?las procesiones (si es que podemos calificarlas como espectáculo).

No se puede olvidar al mirobrigense Celso Lagar, con sus memorables pinturas de circo realizadas en su larga estancia en París.

De Degas ?ballet y bailarinas- o Toulouse Lautrec -cabaret y circo- tenemos referencias mucho mas asimiladas, mientras que Fernando Botero nos ha sorprendido recientemente con la publicación en Nueva York de "Circus: Paintings and Works on Paper" que recoge dos años trabajo exclusivamente referido a esa temática, con 134 pinturas y 57 dibujos inspirados en un circo mejicano ambulante: "Era un circo pobre. Fui al espectáculo, visité su trastienda, hablé con la gente y me entusiasmé con la atmósfera del lugar, los colores".

Hoy propongo un pintor norteamericano, a caballo entre los dos siglos, aunque con mayor relieve en la primera treintena del S.XX. Se trata de Everett Shinn que nace en Woodstown (New Jersey) en 1876. Desde su primera infancia manifestó una notable facilidad para el dibujo lo que le orientó sin duda a desear formarse académicamente. Ya a los 16 años recibía clases en la Academia de Pensilvania de Bellas Artes y a los 17 trabajaba como artista en el Philadelphia Press. Se traslada a Nueva York a los 21 años, donde muy pronto fue reconocido como uno de los artistas de temas urbanos mas prominentes. Escenas de la vida real, de calle y, sobre todo del mundo de los cabarets y teatros fueron su atracción especial. Pinturas tratadas con una técnica luminosa dentro de un estilo postimpresionista con una perfecta expresión de los contrastes de luz producidos por las candilejas de la escena. Forma parte del grupo Ashcan School conocida también como "Los realistas de Nueva York" (The New York realists) o "Los ocho" (The Eight) grupo de artistas rebeldes en cuanto a las normas artísticas académicas tradicionales.

Como otros artistas del momento, simultanea su trabajo pictórico ?al óleo o con la técnica del pastel de la que fue un maestro- con el dibujístico, en colaboración con periódicos y revistas de Nueva York, trabajo que generalmente representa sucesos y temas de calle. Sin embargo, llegaría una situación en la que la perfección técnica de reproducción e impresión de fotografías acabaría con la rica colaboración artística de los mas reconocidos artistas en la prensa.

La crisis de la Gran Depresión supuso para él una enorme pérdida pues no se vendía pintura. En la década de los cuarenta, tanto su estilo como la temática de sus obras sufrió un amaneramiento influido sin duda por una necesidad de subsistir en una sociedad cambiante que no valoraba ya la pujanza e innovación de estos artistas americanos de principios del S. XX.