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El invierno mediático de Salamanca
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El invierno mediático de Salamanca

Actualizado 16/04/2014
Francisco Javier Blázquez

"El invierno mediático" es una de las expresiones al uso para denominar la frustración del ciudadano formado con criterio cuando quiere acceder a la información. El problema se da a escala universal, paradójicamente en plena era digital, y se acentúa en países como el nuestro, que presenta serias deficiencias en la inculturación democrática. Y si analizamos el fenómeno en pequeñas capitales de provincia, como nuestra querida Salamanca, el panorama no puede resultar más desolador.

La proliferación de medios y la escasez de recursos han propiciado la reducción de plantillas y la asunción, por parte del periodista, de funciones ajenas a su actividad específica. Si el periodista ha de dedicar una buena parte de su tiempo y energías a trabajos de tipo técnico, en los campos de la imagen y sonido cuando los medios son audiovisuales, la calidad informativa se resiente. Si se le pide en ocasiones que ejerza de administrativo y hasta de comercial, más de lo mismo.

Pero el problema va bastante más allá y es en los medios escritos, de papel o digitales, donde mejor se constata el gravísimo problema social que supone la carencia de una prensa en condiciones. La pérdida de El Adelanto y la indolencia con la que se recibió la noticia es fiel reflejo de una sociedad adormecida a la que realmente importa poco que le informen o desinformen. En la prensa tradicional, el cierre de Tribuna de Salamanca fue doloroso, porque a pesar de su corta trayectoria siempre duele que desaparezca un medio. Pero lo de El Adelanto, por más cantado que estuviese, fue trágico. Salamanca no debería haber aceptado con tanta impasibilidad la pérdida de uno de los diarios más antiguos de España, un icono de la ciudad con 130 años de recorrido y referente principal para la historia local contemporánea. Pero lo hizo y su cierre apenas tuvo ecos ni respuestas, reflejo de la atonía ciudadana ante las consecuencias que derivan siempre de episodios como este.

A falta de la consolidación y clarificación de la prensa digital, la realidad es que Salamanca se ha convertido en ciudad de un solo medio. Y decimos esto porque el nuevo, entendido por algunos como intruso y colonizador, pasa desapercibido para un porcentaje elevadísimo de salmantinos, que desconocen aún su existencia. Y la realidad es la que es, que el único medio en condiciones de generar noticias en cantidad y de forma permanente es La Gaceta Regional. Muy bien para ellos como empresa, pero letal para la ciudad, porque la ciudad de un solo medio es como la persona del libro único. La pluralidad es fundamental para contrastar información. Y hoy por hoy nadie compite con el periódico ya decano de Salamanca, cuya línea editorial alcanza por momentos la categoría de palabra de Dios.

La prensa digital de carácter general sigue buscando su ubicación. Lectores tiene, y muchos en algún caso. Pero las limitaciones son tan grandes que da cada vez más grima girar la ruedecilla del ratón para echar un vistazo a las noticias. De los cuatro medios existentes, tres realmente, porque La Gaceta está al servicio del papel, ninguno puede satisfacer a ese ciudadano formado y con espíritu crítico que demanda una información de calidad. Si ya el papel indigna por la falta de rigor y calidad, lo de los medios digitales es para tomar tranquilizantes. ¿Tan mal estamos para aceptar sin rechistar una información tan poco rigurosa? Palabras como chabacanería, superficialidad, exceso en lo aleatorio o insuficiencia en lo esencial sirven a la perfección para definir el panorama. Agresiones a la gramática, ortografía y semántica constituyen el pan nuestro de cada día. ¿Nadie se siente insultado, despreciado, minusvalorado, cuando hace el recorrido por estos medios? Los despieces absurdos de una misma noticia para que pinchemos en mil sitios, la morralla que te sirven a granel y al por mayor, los títulos engañosos que se quedan en nada, ofrecer como noticia un comunicado de prensa al que ni siquiera han modificado tiempos verbales o personas gramaticales, repetir ese mismo comunicado en tropecientas ocasiones, dar rango de noticia a insignificancias o insertar hasta el hartazgo noticias de "mindundis" vanidosos que escriben de sí mismos, adular o criticar en función de quien protagonice el hecho? ¿Acaso no es así? Lo es, todos lo sabemos, pero como en tantas otras cosas, resignados, callamos y asentimos.

¿Dónde está el periodismo de calidad? Periodistas buenos quedan pocos y sin buenos periodistas no se edita un buen periódico. Hacer un periodista lleva su tiempo y requiere la presencia de redactores y directores competentes que los guíen y enseñen. Pero ahora todo va con prisa y la calidad se sacrifica por la cantidad. La conclusión es que todo igual, que mientras continúen los pinchazos y la suma de visitas lo demás es indiferente. Hay pocos periodistas buenos, y los que quedan o surgen de las nuevas hornadas están atados por los intereses de empresa y abrumados con el exceso de trabajo. Y así no puede elaborarse una prensa de calidad. El panorama que nos encontramos es de clara regresión, en el acceso a la información y en la consecuente salvaguarda de nuestros derechos y libertades. Es un mal que se manifiesta a escala global, se acentúa en la prensa local y agrava preocupantemente en los medios digitales, que están llamados a ser el futuro de nuestro acceso a la información.

Post scríptum: Hoy es jueves santo y quizás correspondiese considerar otras cuestiones más acordes con el día, pero en un medio en el que escriben obispos, presbíteros y un grupo tan variado de cristianos militantes resultaría reiterativo. Por eso La celda se cierra con la misma discreción que se abrió, abordando temas locales con la claridad y el sentido crítico que solicitaron a su ocupante.

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