Si los versos logran golpear con fuerza su objetivo, hasta las piedras pugnan por hablar haciéndose entender en un lenguaje que luego es traducido en los sueños forjados por quienes los escuchan.
En estos últimos coletazos del invierno, después de un largo viaje por parajes soleados del mundo, y reencantada por los versos de esa Babel que nos ofrece el lenguaje con tantos matices, repienso en que la poesía tiene el poder de construir puentes, realidades nuevas, y de hablar al corazón. Incluso la poesía le da otro color y resplandor que causa asombro al viandante de una ciudad cualquiera. La hace especial. He podido comprobarlo visitando algunas de ellas que se han tornado hospedadoras de poetas. La poesía logra movilizar, rejuvenecer rincones olvidados.
Si los versos logran golpear con fuerza su objetivo, hasta las piedras pugnan por hablar haciéndose entender en un lenguaje que luego es traducido en los sueños forjados por quienes los escuchan.
Dice un poeta nicaragüense, Nicasio Urbina, que lo que vemos es lo que deseamos. Así, cada ciudad que visitamos y oímos a través de los versos, es nuestro sueño. Esto nos pasó en Craiova, durante su Festival Internacional de Poesía 'Mihail Eminescu', allá por septiembre de 2017. Durante esos días la poesía logró sacar de la normalidad a la ciudad. Se respiraba el aroma de los versos llegados de otras latitudes. Se podía oír el ritmo y la sinuosidad de lejanas tierras que batallaban por entremezclarse con lo nativo sin rivalidad.
Podría ser un espejismo todo lo que menciono como simpatizante de los versos que nos hablan del lugar donde habitamos o que visitamos, pero no, resulta que esto parece ser real si es que existe un libro llamado "Craiova Mon Amour" (Editura Europa, 2017), con poemas e impresiones de poetas que han pasado por el Festival de Poesía que alberga esta bella ciudad, los cuales fueron recopilados y editados en diversos idiomas por el poeta Ion Deaconescu, coordinador de dicho evento poético. En esta obra, los poetas participantes quisieron plasmar una especie de declaración de amor; o más bien un pacto de amor incondicional, haciéndose sus embajadores sin fecha de caducidad. Quizá también expresaron su gratitud por haber sido abrazados por esta promotora de la interculturalidad y el mestizaje de los acentos.
Craiova, como una de las urbes mecenas de la poesía, ha logrado la implicación de sus propios representantes institucionales, algo que no es tan frecuente. En las primeras páginas del libro, escribe Mihail Genoiu, Alcalde del Municipio de Craiova: "? La ciudad que se levanta sobre la que era la fortaleza de 'Banie' huele a poesía majestuosa y sublime, a emoción, pero que a la vez tiene un toque de romanticismo y modernidad. Por estas razones, no me sorprende que los poetas que han venido de todos los rincones del mundo para participar, a lo largo de los años, en el Festival Mundial de Poesía "Mihai Eminescu" se hayan quedado impresionados con la ciudadela en la que Brancusi, Macedonski o Sorescu soñaron y crearon. Esos poetas, durante el tiempo que se quedaron aquí, le dedicaron a esta ciudad poemas y escritos dignos de una sensibilidad indescriptible".
No se equivoca Genoiu, "Craiova, mon amour" testifica del afecto de treinta y siete poetas que le regalaron sus versos: Theodoro Elssaca (Chile), Manolis Agizakis (Grecia), Slavco Almajan e Ion Baba (Serbia), Ataol Behramoglu, Yeniay Müesser y Metin Cengiz (Turquía), Cristi Berceanu, Ion Deaconescu, Mihail Firica, Emilian Mirea, Constantin Romulus Preda, Horia Zilieru (Rumanía), Vincenzo Bianchi, Laura Garavaglia, Gaetano Longo, Dante Maffia (Italia), Vladas Braziunas (Lituania), Nicole Brossard (Canadá), Nicolae Dabija y Eugen Doga (República Moldava), José Eduardo Degrazia (Brasil), Germain Droogenbroodt (Bélgica), Michael Harlow (Nueva Zelanda), Risto Lazarov (Macedonia), Yong-Tae Min (Corea del Sur), Knut Odegard (Noruega), Justo Jorge Padrón (España), Edmundo Retana (Costa Rica), Veaceslav Samoskin, Mickhail Sinelnikov y Natalia Iurievna Vanhanen (Rusia), Juri Talvet (Estonia), Vilma Tapia Anaya (Bolivia), Nedeljko Terzic (Serbia) y William Wolak (EE.UU.).
He aquí una muestra de esos poemas trazados para testificar de ese abrazo con Craiova:
Poema
(Edmundo Retana, Costa Rica)
No había nadie en las calles
Cuando llegamos
A la ciudad.
Pero luego
Fuimos recibidos
Como un ramo
De rosas rojas.
Nadie en las calles
Instantes antes
Que la poesía estallara
Sobre el cielo
de Craiova.
Los poetas cuentan de ese primer encuentro con la ciudad, o esa comunión íntima de esos días levantándose y acostándose entre sus brazos que, generosamente, los arroparon y acariciaron a cada sonido de sus versos regados entre la cotidianidad de la geografía humana que se mueve en cada uno de sus rincones.
Los poetas no se olvidaron de tallar en sus versos el amor del escultor rumano Constantin Brâncuși (1876-1957) por tallar la realidad en piedra, o en bronce, o madera. Como José Eduardo Degrazia (Brasil), quien le rinde homenaje sintetizando en certeros versos su recorrido entre la piedra y el alma, perfeccionado a su paso por Craiova, y culminando con su vuelo hasta el infinito, como nos lo refleja en su Columna del infinito, una obra majestuosa que en cada edición del Festival de Poesía es mostrada a los poetas viajeros como huella indeleble del mensaje dejado por Brâncuși a través de sus formas.
Brâncuși
José Eduardo Degrazia (Brasil).
Para Ion Deaconescu
I
Apacentaba ovejas
entre las viejas colinas
de Rumanía.
Modelaba nubes y sueños
en su infancia campesina.
II
En Craiova
aprendió
artesanía
y poesía
pero
París
lo
esperaba.
III
Andariego
recorrió el camino
viendo pájaros
piedras
árboles
muchachas.
IV
Buscó lo esencial
en los cortes de la piedra
del cuerpo
y
del alma.
V
En Rumanía
construyó
la COLUMNA DEL INFINITO.
(Traducción de Jacqueline Alencar)
Y así continúan los versos agradecidos:
Cantata apasionada por Craiova
Justo Jorge Padrón (España)
Estoy contigo en medio de mi canto
y acaso aún me escucho tan cerca de tus calles
con la melancolía de tu entorno,
volviéndote a soñar perdidamente.
Mi vida se ha entregado a este deseo
y al entrever tus lindes ya siento la delicia
de tus frondosos árboles, tus cosechas doradas,
quizás esa pasión estremecida
que se eleva en la paz de tu intenso verano.
Es la brisa que arpegia el triunfo de tu tiempo
dejando en las imágenes la presencia sonora
de toda tu evidencia en sólo una palabra:
!Craiova! Y me levanto y sé que existo
entre la plenitud de tu fragancia
y el fulgor de amapola de tu nombre.
Todo mi sentimiento vivió sin olvidarte
al ser parte esencial de mi memoria,
la invicta permanencia del fuego que me alumbra,
aquel que reivindica un pasado en común
en el que tú me añoras como uno de tus hijos,
y a través de estos años me confías
la vida y la nostalgia que me faltan.
Por eso eres la luz, la flor y todo el bosque,
el corazón entero que remueve mi espíritu,
la tenaz primavera, la audaz resurrección,
el pétalo del cielo de un secreto profundo
y el cuerpo del amor sobre la tierra.
Siento en mi corazón este manso delirio
que desea encontrarse con la lumbre
de todas tus estrellas brillando en mi sendero,
como si aún temblara mi emoción,
latiendo con mi sangre en tu dulzura,
juntándonos de nuevo, mirándote a mi lado
para seguir conmigo para siempre.
Canto a Craiova
Theodoro Elssaca Aboid (Chile)
Recorro el esplendor de tus calles, Craiova
fecundo corazón creativo de Rumania.
Suspendidos en el aire cantan los versos de Eminescu
y sus palabras cristalizan otras realidades
a orillas del río Jiu, donde flotan como barcos.
A la cabeza de Dolj, el faro de Kra'jo.va
lanza rayos eléctricos a los internautas de Oltenia
que en procesiones peregrinarán en busca
de los mármoles de Constantin Brancusi
bajo la aguda mirada de L'oiseau dans l'espace.
Música balcánica que exacerba mis sentidos
y resuena en los palacios y salones de espejos,
con los aires de las cuencas del Danubio y el Támava,
salinas del mar Egeo, el Jónico y Mármara,
ecos de Transilvania y Valaquia, gritos de nieve.
El emperador Trajano se pasea por Sarmizegetusa,
y se instala glorioso en el centro de la Dacia.
Tristan Tzara empuja a las vanguardias hasta el precipicio
donde el azaroso Marcel Janko les relata historias de cabaret,
y los hace retornar enriquecidos a la exuberancia de Craiova.
George Enescu compone al piano su Poema Rumano,
elevando las Rapsodias con árboles y montañas de violines.
Medito en el Parque Nicolae Romanescu y practico la filosofía
de la cotidianeidad en el encuentro con Theodor Pallady,
que pinta desnudos en su laguna y fuentes azules de agua danzante.
Subo escalinatas en Shakespeare Square y saludo a Marin Sorescu,
quien me hace un gesto solemne desde la eternidad del bronce.
Craiova se ilumina como antorcha creativa sobre Europa
se viste de gala pródiga de autores que la encumbran al mundo
consagrada como la capital que necesitamos
para conquistar el cosmos.
La mañana en Craiova
Vilma Tapia Anaya (Bolivia)
Para Ion Deaconescu
La mañana en Craiova es una fotografía
Natalia poeta rusa
la tomó desde la habitación de hotel:
Follajes despiertos
alta claridad que fluye como la música excedida
de los violines de esta tierra
Hay tejados nuevos para los nombres
que el asombro murmura en diferentes lenguas
Sílabas atadas entre sí
buscan el instante de fuego
en la cerámica que queda
La mañana en Craiova
tiene las pestañas largas de la joven
que las maquilla para dejarse ver
Grávida su belleza reposa
en el horizonte de oro
de sus sueños
Aun así, los poetas nos hablan de las sombras que a veces planean también en las mejores ciudades, pero sin dejar de entrever su luz:
New York de Jiu
Mihai Firică (Rumanía)
(Traducción de Carmen Bulzan)
Cuento mis pasos, la cadencia silenciosa de un día perfecto,
un día como cualquier otro. La ciudad ruidosa sabe callar al atardecer,
al igual que los insectos del Parque Bibescu -
los carruajes de antaño
los oyes solo en el sueño si por la mañana
tienes los ojos abiertos.
La gente de mi ciudad ya no sueña. ¡Se volvieron prácticos!
Quien está atrapado, arriesga caer de melancolía directamente al foso
El espectáculo de la vida no tiene final,
el todo se desmorona palpitante,
pues cae la tarde, ensordecedoramente tranquila.
Silencio entonces en el inmenso horizonte de película,
una ciudad de llanuras con límites inciertos,
donde las leyendas del subterráneo gusta más a la gente
que los cuentos del Bronx, Harlem, Fața luncii sau Valea Roșie.
Las películas americanas son estúpidas
(¡eso lo ha dicho un gran escritor que todavía vive!)
porque son fáciles de entender, no tienen encanto intelectual
e incluso no te hacen reflexionar.
Y también porque no se han grabado en Bănie,
en algún lugar, al lado de la sombra del caballo de Michael the Brave,
¡tal como han bautizado los hollywoodienses a Mihai Viteazul!
En mi ciudad de la costa del Este de Europa,
no nos gustan las películas con happy?end, pero sin esperanza.
Estos son apenas unas grageas de los valiosos textos contenidos en una obra ya de referencia para la ciudad rumana de Craiova.