El reconocido poeta peruano-salmantino, quien ha traducido a más de cincuenta poetas portugueses y brasileños, ofrece varios poemas de Oliveira, incluido el dedicado a Aníbal Núñez
Digna de elogio es la labor de puente poético que Victor Oliveira Mateus viene realizando entre Portugal, España e Iberoamérica, dando a conocer a autores de una y otra latitud, además de traducirlos al idioma de Camões. Prueba de ello, y del confeso amor que tiene a Salamanca, es la más reciente antología que ha coordinado, titulada "Salamanca, raíz de piedra y letras", donde cuarenta poetas de España, Portugal y de la América hispana y lusitana rinden tributo lírico a nuestra ciudad. Además, desde 2013 viene editando la antología y revista poética Cintilações / Centelleos, donde ha publicado a más de cien autores de una y otra orilla. Este mes de noviembre aparecerá en Portugal un libro suyo con traducciones de poetas españoles e iberoamericanos.
Pero aquí estoy ofreciendo algunos de sus textos poéticos, porque Oliveira Mateus es, esencialmente, un notable poeta portugués que tiene ya parte de su corazón anclado a Salamanca. (A. P. A.)
Victor Oliveira Mateus (Lisboa, 1952). Premio Eugénio de Andrade, otorgado en 2013 por la Unión Brasileña de Escritores. Licenciado en Filosofía por la Universidad Clásica de Lisboa, poeta y antólogo. Fue profesor de Filosofía y de Psicología. Tiene publicados nueve poemarios, entre los que destacan Nas águas a luz suspensa (1998), Movimento de ninguén (1999), A noite e a voz (2001), Pelo deserto as minhas mãos (2004), Regresso (2010) y Negro Marfim (2015). Tiene poemas, cuentos y ensayos dispersos publicados en Portugal, Brasil, España, Mozambique, México, Italia y Macao.
PARTIDA
Cuando partí nadie apareció a la orilla del camino
Cuando partí los viajes eran algo simple y banal,
y no este deseo de buscar un sentido para
la tristeza, una lugar para la ausencia, una fuente
?por minúscula que fuera- para saciar aquello que
no interrumpe la sed. Cuando partí todos estaban
ajetreados en viajar, pero de otra forma ?
voracidad de prestamistas, ojos desorbitados
donde el tiempo es tan negociable, bien sea a un futuro
hipotecado o a una simple llanta oxidada. Cuando
partí tuvieron la atención de advertirme que la poesía
nunca salvará a nadie, que la búsqueda de las raíces
(bien como conocimiento de un pasado no
ocurrido) era cosa tan ridícula como obsoleta
para la risa estúpida de muchos. Cuando partí la buganvilla
de la casa del frente estaba esplendorosa y había
un gato agujereando la malla metálica. Cuando partí
una mujer de la casa vecina sacudía un pequeño tapete.
Me saludó. Sonrió. Cuando partí imaginé
sus escarnios, las llamadas de unos a otros,
las conversaciones. Cuando partí nadie apareció
para despedirse, solo estaba yo, un objetivo
incierto, y tu rostro reflejándose a lo lejos
y el sol dando de lleno en los cristales.