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Ayer tuve un sueño
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Ayer tuve un sueño

Actualizado 07/02/2017
Fernando Robustillo

Ya conocen las noticias, ahora les contaremos la verdad. Espero que esta publicidad gratuita les suene y me la agradezca Wyoming, ese estado cerca de Montana y de Dakota. Una de las noticias o la más importante de las últimas semanas es que ya tenemos pre

Ayer tuve un sueño | Imagen 1 A mí me hubiera gustado ir un poco más allá y preguntarle al pueblo americano: "¿Y por qué a nosotros? Si erais conscientes, hermanos de Norteamérica, que a los de habla hispana nos iba a cerrar la web y no nos iba a querer ni en grafitis, ¿por qué votasteis a este presidente? ¿Qué os hemos hecho?"? Pero no sé qué me pasó y entré en un sueño:

DONALD era ese hombre al que en la vida sólo le faltaba ser presidente de los Estados Unidos. Estaba escrito: A un magnate, que hasta los cabellos los tiene de oro, ¿qué le quedaba por ser? Pues eso, y lo había conseguido. Algunos se acordaban de Nostradamus y ésta era una de sus profecías, otros a Orwell y su novela "1984" en las que el señor Donald era ese "gran hermano" que acababa de nominar a siete países para que salieran de la casa, y nosotros, incrédulos y sin ningún sentido peyorativo, nos acordábamos de aquello de Aristóteles de que el hombre es un "animal político". ¿Sería éste el caso?

Todo el mundo se preguntaba si debajo del flequillo del flamante presidente existía algo. Un amigo me decía: "Yo voy a montar en un avión y me presentan al comandante con el tupé de este señor y no me suben ni atao". ¡Ay, los amigos! Nosotros éramos distintos e invocábamos a ese gran sentido del humor de los americanos en días de elecciones y el presidenciable era uno más entre ellos. Pero los españoles, en general más serios, tenemos como presidente a don Mariano, y desde que nuestro tristemente desaparecido Ruiz-Mateos vestía de Supermán no se había conocido nada que se pareciera a la gran campaña del americano. Algunos llamaban charlotada al "momentazo" aquel (gracias Boris) en el que el presidenciable Donald, como si de un Sansón se tratara, se dejaba tirar de los pelos en un programa de televisión. ¡Cuántos votos no debió de dar ese gesto!

Sin embargo, aquí en España esas cosas no las tomaban en serio. Eran frivolidades que quitaban votos a los políticos y sólo servían para sacarlos en carnavales o hacerles un ninot para Las Fallas, se pensaba que de esa forma nunca sería presidente. ¡Ver para creer! Quedábamos muy pocos, pero yo seguía en la incredulidad. Tanto como para esperar aún que en su cumpleaños estuviera una Marilyn cantándole el "happy birthday to you". Este señor había nacido para arreglar el mundo y a buen seguro que lo iba a conseguir. "¡Vamos, sé fuerte, señor Donald".

Se consumó el hecho y fue presidente. Después era injusto que no le quisieran dar ni los cien días que todo gobernante se merece. ¿Acaso los refugiados no podían esperar? Algunos decían: "Si ese señor no quiere a los inmigrantes, que los tiene allí cerca sirviéndole pizzas y limpiándole la basura, cómo va a querer a los migrantes de fuera". Otros y otras señalaban: "Podía ser peor que lo clonasen?". "Con este hombre hemos subido al Titanic?". "Yo no imaginaba que lo de Bush, Blair y Aznar podía empeorar?", etc.

Hasta todo un relato le pude escuchar a un amigo: "A mí no me importa que ese señor de pelo Simpson se entretenga los cuatro años de mandato en construir el muro con México, pero que lo construya él. Por mi parte, que lo lleven a la frontera, le den 6 dólares a la hora y ahí, empecinado, ladrillo a ladrillo, al sol, sin ningún inmigrante que le eche una mano, solo, con un andamio, un botijo, un pañuelo para el sudor y un lapicero en la oreja que se ponga a picar, y hasta le pediría que lo construya con buenos cimientos, no sea que venga otro después y de un soplo se lo tire. Además, continuaba mi amigo, fuera de las horas de trabajo que realice la limpieza de su propio escusado, que para ello no utilice a ninguna chica de batalla que huyendo de su mala suerte se cuele en los Estados Unidos. He dicho escusado, ¿verdad? Sí, eso es lo que quería decir, no letrinas, que comparte raíz con las letras, y no quiero confusiones en un tema tan delicado. A propósito, no sé por qué le dieron tal nombre, quizá fuera por los exabruptos que se escriben tras las puertas?".

-"¡Para yaaaa, hombre!", le tuve que frenar.

Y hasta recordé en este sueño que otro Donald, Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, había realizado unas declaraciones en las que venía a decir de manera parecida "que hoy día los sufridos europeos lindamos al norte con Brexit, al este con Vladimir y al oeste con Donald y que quizá se halle entre nosotros algún lobo solitario?", y claro, ante unas declaraciones de tanta enjundia (posteriormente llamado al orden por la comunidad de jefes de Estado europeo) la gente reflexionaba y calculaba, caso de que la cosa se pusiera fea, cómo saltar las concertinas esas que un día colocamos para que no se nos colase ningún millonario desde África.

Sin embargo, los incrédulos creíamos que la solución era otra y el flamante presidente la iba a llevar a cabo en cuanto arreglara sus problemillas personales, que no son pocos si nos fijamos en unas recientes declaraciones de su esposa, pues la gente exagerada llegó a decir que la aseada Meli se duchaba con paraguas para no erosionar su belleza, y todo por indicación de Donald.

Pero resuelto lo anterior, llegó la hora del gran presidente. Acabó la incredulidad. Como un enviado divino, se tomaba siete días para arreglar el mundo: el primer día cerraba Guantánamo, el segundo lideraba una corriente para derruir todos los muros y abrir los muchos campos de refugiados que pululan por el mundo, a continuación, o antes, es igual, acababa con las guerras y no dejaba que les hurtaran las materias primas a los países gobernados por dictadores; Sr. Donald, le animábamos, deles apoyo (apoyo al pueblo, queríamos decir): Tecnología, educación, sanidad, acuerdos de movilidad? Así fue corrigiendo todo?

Y el séptimo día descansó quedándose sólo con el diez por ciento de su fortuna, e incluso de esta manera seguía siendo inmensamente rico.

Salgo del sueño. "¿Dónde estoy?". Cobro un poco de lucidez y me doy cuenta que no era un sueño, me estaban operando y el médico se llama Santiago. Estoy saliendo de la anestesia entre la vida y la muerte y pregunto: "¿Quién es usted?".

-"Santiago, hombre, Santiago".

-"¿San Tiago? Santo varón? ¡Estoy en el cielo?!".

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