Emocionante interpretación de la Banda de Música de Alba de Tormes en el concierto de Semana Santa
La Banda de Música de Alba de Tormes ofreció su tradicional concierto de Semana Santa en la iglesia de la Anunciación. Como es tradición, la banda actuó tras el pregón de la Semana Santa, que este año corrió a cargo de los Padres Reparadores y fue pronunciado por Manuel Briñón.
Y precisamente los músicos de Alba de Tormes quisieron rendir homenaje a los Sacerdotes del Corazón de Jesús. La primera obra que sonó fue Cristo de San Jerónimo de Jaime Jiménez, el músico albense que se iba a convertir en el gran protagonista del concierto.
Durante el concierto la Banda de Música de Alba de Tormes interpretó ‘Virgen de los Dolores’ de José Ignacio Cotobal, 'Sueño Azul' de Matías Cañizal, 'Candelaria' de Manuel Marvizon y 'Coronación de la Macarena' de Pedro Braña.
Posteriormente llegó uno de los momentos más esperados de la noche, el estreno absoluto de ‘Castillo de Cristal’, de Jaime Jiménez. El prior de los Carmelitas Descalzos de Alba de Tormes y Salamanca, Miguel Ángel Gonzalez, fue el encargado de presentar la marcha procesional compuesta por el músico de Alba de Tormes.
Se trata de una composición que se aparta de cualquier himno previo dedicado a la santa, ofreciendo una experiencia sonora que no encuentra paralelo en lo compuesto hasta hoy. La belleza de la obra trasciende lo físico, invitando al oyente a abrir tanto los oídos del cuerpo como los del alma para explorar la belleza personal que Santa Teresa describe en su emblemática obra 'El Castillo Interior'.
Durante la interpretación, la pieza guía al espectador hacia las moradas internas de su propio "castillo vital", con la libertad y sencillez características del espíritu teresiano, para contemplar la presencia divina en su interior, siguiendo las enseñanzas de una de las escritoras más universales de la historia.
La pieza de Jaime Jiménez Pérez parece resonar con esta visión teresiana. Las siete moradas, que simbolizan grados de perfección humana y sobrenatural, encuentran un reflejo en la estructura y desarrollo de la composición. Desde la primera morada, marcada por la imperfección, hasta la séptima, donde se alcanza la unión con Dios, la música evoluciona en un crescendo que transforma al oyente. La oración, que para Teresa es el medio de cambio, se traduce en esta obra en una experiencia estética: la belleza musical actúa como un vehículo para la introspección y el crecimiento espiritual.
A lo largo de la pieza, el espectador percibe una progresión que culmina en una cumbre de belleza teresiana. Este viaje sonoro no solo rinde homenaje a la santa, sino que permite a quien escucha sumergirse en su propio castillo interior, experimentando un antes y un después.
La composición de Jiménez Pérez se erige como un puente entre la espiritualidad de Teresa y el arte contemporáneo, elevando al oyente hacia lo trascendente.