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'Un raro ofrecimiento' (la poesía de Mariano Castro)
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LA PROVINCIA DEL ALMA

'Un raro ofrecimiento' (la poesía de Mariano Castro)

Actualizado 03/04/2025 08:49

De vez en cuando, tenemos suerte y nos acude a visitar la poesía verdadera, tan escasa, tan esquiva, tan retraída… Cuando advierte algún peligro, territorios hostiles, se retira, como el alma, hacia sus territorios; un ángulo le basta. Porque la poesía –como dijera el querido José Ángel Valente– no tiene público, tiene lectores.

Y esta vez nos visita esa poesía verdadera a la que aludimos de la mano de Mariano Castro (Zaragoza, 1954), médico y poeta, un retirado en Trasmoz, a orillas del Moncayo, ese dios que ya no ampara, como dijera José Antonio Labordeta, esa cima tutelar, a la que Mariano Castro dedica el hermoso poema ‘(Moncayo)’, al que llama “tótem antiguo” al que el poeta recita su gratitud.

Y, a través de Mariano Castro, nos visita esa poesía verdadera, con su último libro Del giro en la quietud (Olifante, Zaragoza, 2025), un poemario marcado por la melodía de la levedad y que transita, con voz propia por ese territorio que el poeta mismo nos delimita, a través de citas y de nombres, como los de Juan de la Cruz, la poeta sefardí Clarisse Nicoïdski, José Ángel Valente, María Zambrano (de modo indirecto, a través de sus ‘claros del bosque’) o el también escritor judío sefardí Elías Canetti.

Pero, en el propio título, hay un término, un concepto, que no se nos debe escapar: “quietud”. Estamos ante un guiño. Tal quietud, que adopta el poeta como bandera, como un modo de estar en el mundo, se halla ya, y de qué modo, en ese místico heterodoxo aragonés que fuera Miguel de Molinos, en su maravillosa Guía espiritual.

Toda una cartografía creativa que nos muestra las claves del tránsito del poeta: la mística, la ascesis de la palabra, así como las poéticas contemporáneas de la esencialidad y del silencio. Que no es poco. Y Mariano Castro, a través un decir leve que marca también la extensión de cada poema, en las tres partes en que se estructura poemario, desarrolla una suerte de meditación, de meditatio, de decir meditativo que nos impregna el ánimo.

Podemos entender el libro –y así queremos hacerlo– como “un raro ofrecimiento” (en expresión utilizada por el poeta); un ofrecimiento de un yo aun tú, tal y como también nos sugiere la cita inicial del poeta francés Bernard Noël

Hay, sí, un continuo ejercicio de ascesis (levedad, dicción sobria, cierto laconismo…); una profesión de existir a través del ejercicio místico y sanjuanista de la negatividad: no te hagas…, no reclames, no exijas, no busques, no pretendas…; así como una propuesta del vaciarse… Tal elemento, de distintos modos, atraviesa el libro. Para el poeta, este es un camino hacia una sabiduría que consigue “quien se olvida a sí mismo”.

Pero, en él, hay varios territorios esenciales que se interconectan y que configuran el decir del autor: el paisaje, la naturaleza (sentido de la espacialidad); el tiempo (sentido a la altura de la edad y de la experiencia vivida); y la indagación en la propia psique, en la psique del ser humano.

Si recurrimos al paisaje, al territorio, nos aparece Trasmoz, el Moncayo, el lugar investido de “música infinita”, el invierno, la nieve, el bucolismo (esquilas, rebaño). Es un elemento que también atraviesa la obra de modo transversal.

Lo mismo que esa suerte de introspección psíquica, en la que aparecen claroscuros, y en la que nos encontramos con esas estéticas barrocas y quevedianas del humo, la ceniza, el polvo enamorado, el dolor o la muerte, que desembocan en la nada. Porque hay, sí, en Del giro en la quietud, una tensión barroca de claroscuro.

Y tal claroscuro está marcado por infinidad de dualismos que también marcan el significado, los significados del poemario. Tales dualismos son de varios tipos: espaciales, psíquicos, temporales, cósmicos... Nos decidimos a enumerar algunos, ya que nos parecen claves para entender la obra: canto / silencio; altura / valle; poder / arte; día / noche, noche / luz perdida ; paz / sufrimiento; condena / gracia… y otros más que marcan el sentido de este decir.

En fin, todo lo hasta aquí indicado no son más que sugestiones, surgidas al hilo de la lectura Del giro en la quietud. Un libro en el que el autor, Mariano Castro, nos realiza una invitación, con la que, recogiendo el guante que el poeta nos lanza, nos quedamos:

“escucha con fervor / el susurro inaudible de la vida: / en su ritmo está el tiempo / y en él te encuentras tú.”

De vez en cuando, acude hasta nosotros la poesía verdadera, la palabra que requiere una vida intensa del espíritu para alumbrar una belleza esencial, marcada por la melodía de la levedad, frente a tantos excesos.

Esta vez nos visita de la mano de un poeta maduro, con una hermosa obra lírica publicada, que sabe que el creador ha de permanecer en su lugar, ha de crear un lugar ético y estético.

Porque la poesía no está en los escenarios, ni en los primeros planos, ni en los suplementos periodísticos muy publicitados… Es huidiza, como el alma. Está en determinados lugares (un término, 'lugar', clave en nuestro poeta); entre otros, en los versos de Mariano Castro.

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