Finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León, es el autor de una novela etnográfica publicada por la Diputación, Las brujas de Zarapayas que retrata una Salamanca no tan lejana
Tiene Daniel Cruz Sagredo un punto canalla que nos encanta a quien tenemos el gusto de conocerle, ese punto que el escritor y amigo Francisco Javier Martín Prieto ha sabido sacarle en una presentación amena y bendecida por las brujas una mañana de sábado, en el exquisito escenario de la Librería Santos Ochoa. Porque hay algo mejor que irse a tomar algo al sol para brindar por los libros que es… hablar de ellos entre amigos.
Ha sido Cruz Sagredo finalista, y muy cerca del reconocimiento final del Premio de la Crítica de este año. Y es que su “novela etnográfica” tiene mucha miga y es hogaza que merece la lectura detenida. Se trata de una aproximación al pensamiento mágico de una época reciente de la raya salmantina y lo es desde la pluma de un narrador versado en la sociología, la psicología y la cultura popular. Para Martín Prieto “Una obra densa, amplia, profunda y sorprendente, con una enorme documentación que el autor maneja muy bien”.
Cruz Sagredo ha levantado, cierto, el recuerdo novelado de una realidad que aún pervive y que debemos conocer. Lo hace desde su conocimiento de lo rayano porque ha vivido en los pueblos como agente de desarrollo social, esa figura que ha desaparecido y que era tan útil en esta España que dicen vacía y que difícilmente se llenará si no se recuperan tareas como la que ha ejercido este salmantino de Ledrada. Y así, entre memorias, y datos técnicos, quiso poner en valor Cruz Sagredo costumbres como las perdidas mascaradas de invierno, y cuando se quiso dar cuenta estaba haciendo cosas tan estupendas como impulsar la Vía Verde de Boada a La Fuente o escribir sobre el contrabando. Una escritura que inició desde la etnografía y siguió con la narración novelada, teniendo como fuentes las voces de Caro Baroja o Paco Blanco. Y lo hacía desde el conocimiento profundo y cercano, no era el autor un gestor que se citaba a una hora determinada con su informante, era una persona que vivía en los pueblos, iba al bar, convivía con la gente y de ahí que su acercamiento al tema sea tan impresionante, veraz y vivido.
Y gracias a esa confianza, cuenta Cruz Sagredo, conoció el mundo de las brujas o curanderos de una zona salmantina llena de personajes reales pintorescos e increíbles que se han convertido en protagonistas de sus páginas. Las brujas de Zarapayas siguen esa “técnica temeraria de escritura” que utiliza personajes reales para trabajar, según el escritor quien afirma “El menos real es el autor”, y que nos ilustra sobre episodios tan poco conocidos como “La guerra de las alquitaras” o nos explica qué es la puñalada portuguesa o la pequeña hoz con la que se podan las viñas o se cortan las hierbas mágicas de las brujas. Y lo hace basándose en la documentación, en relatos de gentes como los maestros de escuela que testimoniaron sus experiencias, el recuerdo oral de los mayores o los relatos lusos de una frontera tan compleja y violenta como permeable. Todo para un libro que ha gustado, que se ha reeditado y que ha conseguido que en la zona se pase de avergonzarse por las brujas a mirarlas con simpatía y aceptar que esos curanderos de la creencia popular siguen ahí.
Para Cruz Sagredo, la creencia es inherente a la condición humana y cuando algo nos hace falta, buscamos la respuesta. Preguntado por su inquisitivo presentador, afirma ser espiritual, descreído e incapaz de resolver el orden de los capítulos “Soy un escritor de brújula estropeada” dice quien ha levantado un monumento literario de cuatrocientas páginas. Un libro donde respira el pueblo, con sus conflictos, sus malquerencias, sus anécdotas, su paisaje y paisanaje, su riquísima etnografía y sobre todo, su intrahistoria en la que navegan personajes tan reales como una increíble Paulette Gaubadan por poner un ejemplo y no citar a un Franco que cierra la obra.
Lectura necesaria para entender una forma de vida, una perspectiva de lo nuestro, un mundo no tan perdido y sobre todo, para disfrutar de un narrador de fuste, rápido y de una intensidad embriagadora. Tanta que estamos deseando leer su visión de la Salamanca golfa de los años ochenta que ya casi casi está en las máquinas y que esperamos mientras seguimos enredados en ese mundo de brujería ancestral de nuestros pueblos de la raya. Esos que tan bien conoce Cruz Sagredo y que le han bendecido con todos los dones… a pesar de la brújula estropeada, del descreimiento y de ese aire canalla que tanto, tanto nos gusta. Y que siga.
Charo Alonso.
Fotografías: Fernando Sánchez Gómez.