Las estatuas y los cuadros de la artista de Valverdón son un una original defensa de la mujer y de su papel en la sociedad
Hasta el 29 de abril, quien visite en el Ayuntamiento de Peñaranda de Bracamonte el Centro de Desarrollo Sociocultural, se encontrará con las impactantes figuras de la artista salmantina Amelia García, una muestra en la que se exhiben sus ya reconocidas mujeres que se elevan sobre sus pies aferrados a las raíces y sus trabajos sobre lienzo, donde juega con el volumen y con un discurso artístico original y reconocible.
La obra de Amelia García, fantásticamente expuesta con la ayuda de Tomás Gil y Juan Andrés Martín, al cuidado imprescindible de María Jesús Rodríguez Macías y la indispensable iluminación de Tomás, quien ha sabido leer perfectamente la naturaleza de las piezas, se yergue en este espacio donde resuenan durante la tarde los pasos de los niños y de los usuarios de la biblioteca. Una obra que sorprende a quien no conozca su trayectoria y su lenguaje artístico, sugerente y reivindicativo. Buena prueba de la necesidad que tenemos de que el arte gire por los pueblos y ocupe los espacios de todos en todos los rincones de la provincia, la apuesta por la artista nacida en Valverdón es una magnífica propuesta expositiva, repetimos, muy bien diseñada e iluminada para que las figuras y cuadros puedan verse en toda su belleza austera y sugerente. Profesora de Cerámica Artística en la Escuela Superior de Diseño de Palma de Mallorca de la que fue directora, con obra en numerosas instituciones y colecciones públicas y privadas, Amelia García muestra en su trabajo una defensa de la igualdad de las mujeres y del concepto unamuniano de sororidad, de ahí que sus figuras, puestas en pie, elevadas, se unan en grupo, iguales y a la vez, diferentes, figuras de verticalidad digna, portadoras de vida y de saberes, cubiertas por sugerentes vestiduras, hermanadas en su belleza de líneas suaves.
Delicadas y fuertes a la vez, como mehires de extraña belleza, las mujeres de la escultora, con su ropaje muy cuidado y diferente, reciben al visitante. Son la pura levedad del barro del que estamos hechos, mujeres encinta, mujeres situadas sobre la tierra, de pie, como se titula la muestra. Mujeres hechas como bien dice la artista, dejando que fluya el material, que responda el barro para moldear sus contornos, elevándose al tiempo que se forman y que se exprese la diferencia, aun respondiendo al modelo común de estas figuras que se adentran en la tradición mediterránea y que guardan el azul del mar que recuerda la artista criada junto al Tormes.
Una artista comprometida que se enfrenta al lienzo sin olvidar el volumen, pero con voluntad de pintora. Pintora que juega con las lágrimas rojas y las letras en un impresionante lienzo sobre la violencia de género que también ocupa otra de las piezas más hermosas de la muestra: Porcelana, creta, gresso y acrílicos se unen para hablar de las flores que no florecen, y lo hacen con las ramas que recoge la escultora en sus paseos junto al río. Ramas que se convierten en arte como las pequeñas figuras que representan la invisibilidad de las mujeres en la inmensidad de la blancura del cuadro. El lenguaje pictórico de Amelia García es efectivo, fuerte y sin embargo de una elegante simplicidad. Su homenaje a las trece rosas es así, reivindicativo, potente y a la vez, delicadísimo. El espectador descubre a una artista que maneja sabiamente el color, el recurso del volumen, su capacidad de escultora y a la vez, su dominio del espacio y del vacío.
Pero son las figuras y sus conjuntos los que definen la obra de esta artista que modela exquisitas cabezas de rasgos sumamente económicos y a la vez, sugerentes. Figuras que constituyen escenas como la de Penélope, exquisitamente unida al cuerpo de su hijo Telémaco en una sola curva, en un gesto maravilloso de protección. Rodeada de sus pretendientes que, como leemos en “La Odisea” beben, comen y juegan a los dados. La comida y los recipientes de estos, diminutos, están esmaltados, una pequeña delicadeza que nos hace desear obras de la artista que trabajen esta técnica venida a Mallorca de los árabes. Un pequeño gesto en las piezas de barro que rodean a la madre y al hijo, fundidos en bronce en un solo gesto de amor y rodeados por una red que la autora encontró en una tienda de pescadores, una auténtica red de algodón cuya caída recuerda las olas del mar.
Todo sugiere, habla y respira una reivindicación viva, hermosa y a la vez, doliente, en la obra de Amelia García. De una delicadeza exquisita en los pequeños detalles –el atavío de las mujeres, las flores de porcelana- la artista es contundente en su defensa de la mujer aprendida en la infancia de su familia de campesinas trabajadoras y plenas de sabiduría. Una mujer que trabaja, es madre, artista, y que no quiere ser dejada de lado, olvidada o maltratada. Una mujer que se pone de pie, se yergue y se hace eterna. Y ahí está, convertida en obra de arte, siempre de pie. Las esculturas de Amelia García.
Charo Alonso.
Fotografía de la autora: Miguel Ángel Casado.