Viernes, 18 de abril de 2025
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¡Otra vez Trump!
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¡Otra vez Trump!

Actualizado 26/02/2025 07:54

"Es muy grave el olvido de la historia, o su deformación. Porque la realidad siempre se venga del que no cuenta con ella" (Julian Marias)

"La democracia real es algo más que el derecho de votar cada dos o cuatro años, las opciones tienen que ser significativas. Los politicos tienen que escuchar la voz de los ciudadanos" (Josep Stigler)

“Estamos atravesando un periodo histórico de ascenso de fuerzas de una derecha extremista. Las expresiones estadounidenses de esta tendencia volvieron a conquistar la Casa Blanca, el Senado y la Casa de Representantes, con una mayoría conservadora en la Corte Suprema. Enmarcado en tendencias ya identificadas, no es un conservadurismo tradicional con su facciones burgueses y culturales, ni tampoco se trata de una simple transferencia de poder de un partido a otro dentro de los protocolos de la democracia bipartidista “ejemplar” estadounidense. Las contradicciones han sido construidas en términos de las elecciones bipartidistas, por lo que responden menos a indicadores objetivos y más a líneas divisorias, definidas esta vez por el propio Trump en una reelaboración de la derecha de su país.

¿De qué derecha estamos hablando? El ascenso del fenómeno Trump en los últimos años gira en torno a su figura individual, pero no hubiese sido posible sin una reconfiguración de la derecha en las últimas décadas en los EE.UU. Trump ha sabido construir un culto de personalidad electoral y aprovechar de estas relaciones de mutua-conveniencia, con particular fuerza en tres escenarios:

Una potente matriz comunicacional de financiamiento oligarca, con personalidades-estrellas capaces de impulsar narrativas conspiranoicas que llegan a millones en tiempo real: “¡Son los migrantes ilegales que van a votar en masa y robar la elección otra vez!” “¡Kamala Harris es una comunista disfrazada!” “¡En algunos sitios dejas a tu hijo menor de edad en el colegio por la mañana y tu chico vuelve siendo una chica, y sin avisar a los papás, después de una cirugía de conversión!”. Las “verdades” de estas citas casi directas (¡y otras!) no responden a realidades comprobables ni requieren de fundamentación. Para sus bases, basta que el propio Trump haya afirmado que eso es así, que las “confiables” vocerías mediáticas lo repitan, y listo: se vuelve una verdad indiscutible para millones de personas. La masificación y normalización de este método constituye una concepción del mundo para las bases fuertes del trumpismo. Además, lleva a sus seguidores a entender que la propia ciencia y sus resultados son las “opiniones” de su enemigo político. Desde los datos objetivos sobre el cambio climático hasta la refutación del supuesto fraude electoral o las acusaciones contra Trump como representante de intereses millonarios, su base fuerte atribuye algunas verdades comprobables a inventos de una izquierda liberal o comunista.

El nacionalismo-cristiano ha logrado consolidar sus bases con un mesianismo poderoso, poniendo a marchar a los soldados virtuosos de Dios para enfrentar los “enemigos” en todo terreno. Es lo mismo que pretenden ahora. Desde los textos escolares hasta la maestra que los utiliza, las enseñanzas sobre la evolución o el legado de la esclavitud son las “teorías hipotéticas” de los nuevos campos de batalla cultural. El fervor religioso organizado incluso busca reemplazar algunos criterios constitutivos de la “patria” estadounidense: entre sus objetivos se encuentra refundar el país en términos explícitamente cristianos, desconociendo la primera enmienda de la Constitución que establece la separación entre Iglesia y Estado. Su poder político y financiamiento no es menor. Figuras como Elon Musk y su donación/inversión de cientos millones de dólares en la presidencia de Trump desplaza la relevancia de otras maneras de “hacer política” por medio de partidos tradicionales, organizaciones de base o grupos de interés público. El aumento cuantitativo se traduce en cambios cualitativos: la burguesía del complejo industrial militar o de las empresas petroleras ya tiene competencia para la compra de candidatos en esta versión 2.0 de la democracia financiarizada. La potente receta de maquinarias mediáticas que están “manufacturando el consenso” con narrativas falsas en alta rotación traslada el epicentro de la competencia electoral. Ya no son los proyectos políticos en disputa sino un enfrentamiento entre cuentas bancarias electorales.

¿Y Trump? ¡Como un tío que se dice enviado de Dios, un narcisista, también racista, misógino, homófobo y xenófobo! A diferencia de presidentes norteamericanos anteriores —todos orgánicos al sistema, con los buenos modales necesarios para comprender su papel—. ¿Y esta vez? Sigue siendo el mismo tío horrífico, y todavía no le gusta leer (tomar decisiones informadas o fundamentadas en los hechos), pero entra a la Casa Blanca con una victoria electoral contundente. Con mayor ímpetu y una correlación de fuerzas más favorable, Trump tiene mejores condiciones para subvertir, reformar, someter o remover algunos de los frenos estructurales del Estado norteamericano que limitaron su capacidad de actuación durante su gestión pasada.

En su primer mandato, los debates sobre su carácter fascista le quedaron grande: no tenía nivel político para cohesionar la combinación fascista peligrosa de una ideología estructurada, un órgano comunicacional y una organización de masas. En esta ocasión, los debates sobre su carácter fascista tienen mayor relevancia que antes: temas como la familia tradicional, un proyecto étnico-nacional blanco y cristiano, las libertades individuales, el desmontaje de estructuras regulatorias y administrativas del Estado, el control fronterizo antiinmigrante y estrategias violentas de seguridad nacional pretenden instalarse de manera permanente en los EE.UU. El nivel de ambición y la expectativa es mayor, con esos proyectos que proponen una reelaboración de los cimentos fundantes de los EE.UU.

De nuevo, la historia continúa. En encuestas en los últimos años, las y los norteamericanos por debajo de cuarenta años ya no sienten el miedo al fantasma del socialismo que tuvieron otras generaciones. De hecho, entre la tercera parte y la mitad ven de manera favorable propuestas alternas al capitalismo. El péndulo de la historia nos sorprende. Si bien los vientos de un (pseudo)cambio empujan con fuerza circunstancial hacia la derecha, es cuestión de tiempo para que las contradicciones internas empiezan a florecer. Además, cuando quede en evidencia que ese “David” salvador sólo rescata a la clase millonaria, mediante un proyecto antagónico a las necesidades de las mayorías, los vientos tienen condiciones para cambiar su rumbo”.

Fermín González, salamancartv.es, blog taurinerías

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