Me refiero a menores de protección y jóvenes infractores, chicos y chicas. La ley orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y a la adolescencia frente a la violencia. En siglas LOPIVI.
Después de implantada esta ley la Organización Internacional del Trabajo estima que hay unos 152 millones de niños en trabajo infantil y unos 300.000 usados como soldados en conflictos armados en diversas regiones del mundo. En prostitución infantil los datos son difíciles por la clandestinidad, pero se estiman unos diez millones. De una población aproximada de 8.000 millones de habitantes.
En nuestro ámbito tenemos cada vez más niñas que consumen drogas desde pequeñas y que se consideran fracasadas escolares. Nosotros detectamos niñas de doce, catorce, quince, dieciséis con mucho talento, con un alto coeficiente intelectual que no consiguen cumplir las normas de la escuela e incluso las normas de los centros de menores.
Todos deberían saber que los centros de menores son la última opción. Cuando la vida es imposible en sus familias, cuando no hay adopciones o han fracasado, cuando no hay familias de acogida aunque estén financiadas como los centros por la administración.
Ante esta situación hemos intentado crear en nuestras viviendas y escuela oportunidades de estudios por la formación profesional donde puedan brillar con sus muchas cualidades, circo, cine y multitud de alternativas para crear vicios sanos. Queremos que se sientan protegidos y bien cuidados. Que les importan a alguien desinteresadamente. Por eso el símbolo del voluntariado además de lo profesional y la relación de confianza y cariño entre chicos y educadores.
Pero a veces tampoco eso basta para combatir los trastornos del apego, las muchas horas de canciones machistas, de ciberacoso, de consumos de drogas que en la calle proporcionan adultos con los que se van en teoría voluntariamente y la policía no encuentra los mecanismos legales para detenerlos.
Nosotros en las casas sabemos que se pueden fugar porque somos un centro abierto. Sabemos que si intentamos contener a una niña que viene con sobredosis de tusi y convulsionando, con alucinaciones en las que se lanza a un círculo, tienen el derecho a denunciarnos. Aún así hay educadores que se arriesgan a hacerlo por proteger a la menor y recuperar los buenos momentos en las clases, en el futbolín, en el baloncesto, en Marruecos. La sonrisa limpia, el hacer payasadas y recuperar la ternura.
En 90% de nuestras menores se integra en la sociedad con pleno derecho. La mayoría consiguen unos estudios básicos y recurren a nosotros a lo largo de su vida adulta.
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