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Militantes
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Militantes

Actualizado 13/02/2025 08:01

"No es que el pueblo sea ingrato, o inculto. Es que el sistema hace todo lo posible para apartarlo de la nobleza de los seres y de las cosas. Le enseña a identificarse sólo con la mediocridad en todos los niveles" (Yasmina Khadra)

El deslizamiento del lenguaje político en el espectro ideológico, junto a la mentira en forma de sobrentendidos, obliga a una traducción permanente e inconsciente que nos evite caer en el autoengaño (que ya sería de idiotas), de manera que a cada realidad falseada en el plano del lenguaje, corresponde una realidad oculta y sobreentendida en el plano de los hechos, y así esa traducción inconsciente y automática nos permite nadar entre dos aguas como hábiles anfibios, para no confundir, por ejemplo, el neoliberalismo radical y extremo (pasmo y fascinación en que han caído todos los socialismos europeos de nuestra época) con la templada y eficaz socialdemocracia de antaño.

Cuando el régimen de un país, aunque democrático, es eminentemente “partidocrático”, estos son, los partidos, el primer vivero de esa mala hierba invasora, que en forma de mentira pragmática y sectaria se confunde con la fidelidad, haciendo así del vicio falsa virtud.

De ahí que el militante, el simple y anónimo militante, que por lo general desconoce su poder, sea tan importante a la hora de tener o no tener (esa es la disyuntiva) un sistema político sano y una democracia auténtica, o en vez de ello, un nido de corrupción que desde esta base partidocracia va minando todo el sistema y contagiando a todo un país. De esta forma, en un régimen partidocrático, la democracia se afianza o se frustra ya en estos humildes principios.

Enorme es por tanto la responsabilidad de los militantes, y decisiva la democracia interna de los partidos, en cuyo ámbito es más fácil el ejercicio de una democracia directa y ágil. En este sentido, el mayor mal que puede acontecer a un país que aspira a democracia, es tener en su base política unos militantes serviles que luego serán ciudadanos consentidores y fofos.

La trasparencia y la verdad política, junto a la soberanía legítima, debe crecer desde aquí para poder irradiar a toda la nación en su conjunto. Que, para algunos partidos muy señalados, las primarias sean todavía una forma de exotismo difícil de digerir, nos indica que esos partidos están completamente invadidos por la maleza. Alérgicos a la verdad y la trasparencia, deben convivir con la mentira que administra una camarilla de jefes en beneficio propio.

Y esos ambientes tóxicos y cerrados, como el sueño de la razón, sólo engendran monstruos, en apariencia fuertes, en el fondo débiles y con los pies de barro. No hay futuro para la mentira, porque como es sabido tiene las patas muy cortas.

Se habla mucho, casi como imperativo categórico, como arquetipo platónico, de la obligación de «pensar en España», sobre todo ahora que estamos en busca de una alternativa (que no aparece) a este gobierno. Pero ¿Qué es «pensar en España»? ¿» Pensar en España» es pensar en Panamá o las Islas Caimán? Esperemos que no, pero pudiera ser.

Pudiera ser que «pensar en España» fuera pensar y defender un sistema o un régimen injusto que nos favorece, a nosotros en concreto. Que para eso somos España, aunque para otras cosas no. Así vemos que, a la hora de pagar impuestos, a muchos España se les va de la mente.

Y este es un claro ejemplo de esos sobreentendidos cuya traducción automática no se nos ofrece, y que contribuye al doble lenguaje de toda sociedad malsana. Puede comprobarse, poniendo atención a cuantos “Pontífices”, salvadores y puros defensores de la patria, que están muy cerca de nosotros, y agitan hipócritamente, la bandera de la solución, y se sobreentiende, que son españoles. – la cosa no tiene ni pizca de gracia Tu-.

Fermín González, salamancartvaldia.es, blog taurinerias

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