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'Sportwashing': cómo ensuciar el deporte
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'Sportwashing': cómo ensuciar el deporte

Actualizado 02/07/2024 07:53
Marcelino García

El sportwashing es una estrategia utilizada por los gobiernos para desviar la atención de las violaciones de los derechos humanos en su propio país mediante la adquisición de equipos deportivos o la organización de eventos. En los últimos años, los gobiernos de países donde hay notoriamente violaciones de los derechos humanos, como Qatar y Arabia Saudita, están adquiriendo un papel protagónico en el mundo del deporte, especialmente en el fútbol.

Bianca Piscolla

Defensora de los derechos humanos

El sportwashing, que podríamos definir como una herramienta de soft power, no es en absoluto una estrategia nueva. Encontramos numerosos ejemplos históricos, especialmente desde que se comenzó a entender que la propaganda era el medio más útil para obtener el consentimiento y el respeto del pueblo, casi más que el uso de la fuerza. Entre los primeros ejemplos de sportwashing se encuentra sin duda el utilizado por las naciones totalitarias de extrema derecha en la primera mitad del siglo pasado: la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini. En efecto, la Alemania nazi acogió los Juegos Olímpicos en 1936. Estos fueron utilizados con fines propagandísticos para limpiar la imagen de la nación alemana a nivel internacional. Los nazis presentaron la imagen de una Alemania nueva, unida y fuerte para encubrir las políticas antisemitas y nazis del régimen, así como el creciente militarismo. Así, por primera vez en la historia de los Juegos Olímpicos, en Europa y en los Estados Unidos se hicieron llamamientos para boicotear los Juegos debido a las violaciones de los derechos humanos. Sin embargo, el movimiento de boicot fracasó y, a pesar de la naturaleza discriminatoria de muchas de las reglas de los Juegos de 1936, 49 países participaron con sus equipos, legitimando de hecho al régimen nazi tanto a los ojos del mundo como a los de la población alemana.

En los años siguientes, el fútbol se convirtió en el ámbito deportivo preferido por los gobiernos para su propia propaganda. Pero, ¿por qué? Tal vez porque todos lo miran, por la fuerza evocativa que tiene, por la pasión que involucra a la gente. Por otro lado, hay una razón más crítica: el sportwashing tiene un público específico, es decir, los fanáticos no necesariamente sensibles e informados sobre el tema, desinteresados en la política y en el respeto de los derechos humanos, a menudo molestos por las interferencias del debate político en el mundo deportivo.

Aunque la controversia sobre el uso del fútbol como herramienta de sportwashing parece bastante reciente, en realidad no es del todo nueva. Un ejemplo puede ser la Copa Mundial de 1978 en Argentina, cuestionada porque se organizó en un país oprimido por la dictadura de Jorge Videla. A pesar de las controversias, 2.000 muertes confirmadas y 30.000 personas desaparecidas no fueron motivo suficiente para detener la asignación del evento deportivo más seguido en el mundo.

En la actualidad, la región del mundo donde este fenómeno está ocurriendo con mayor frecuencia es el Golfo Pérsico. Desde hace algunos años, los patrocinadores de estos países han aparecido en las camisetas de importantes equipos de fútbol, y magnates árabes han comenzado a comprar equipos europeos. Lo que ha generado más controversia, sin embargo, es la organización de eventos de fútbol en estos países. En Qatar, se llevó a cabo la Copa Mundial de 2022, lo que contribuyó a mejorar su imagen y a inyectar una gran cantidad de dinero en las arcas del gobierno y de los magnates árabes. Además, en octubre de 2021, David Beckham aceptó la propuesta de convertirse en embajador de la Copa del Mundo, con la tarea de promover la imagen del país en todo el mundo, prestando especial atención al turismo y la cultura. Quién sabe si David Beckham conoce la situación de los derechos humanos en Qatar, donde los activistas enfrentan fuertes restricciones a la libertad de expresión y donde las personas LGTBIQ+ son constantemente reprimidas y criminalizadas. También, quién sabe si los embajadores de la Copa del Mundo en Qatar están al tanto de las condiciones de los trabajadores migrantes y de cómo se construyeron las instalaciones para el evento.

El país que está emergiendo como protagonista de este fenómeno es Arabia Saudita. Además de comprar equipos y jugadores como si estuviera en un supermercado, Arabia Saudita también está organizando eventos deportivos con los que, teóricamente, no tiene nada que ver. Nos referimos, por ejemplo, a la Supercopa italiana que la Serie A ha decidido jugar en Riad o a la Supercopa de España, gracias a la cual la federación española ganará 240 millones de euros por celebrar seis ediciones del torneo en este país. Las federaciones deportivas europeas, por lo tanto, parecen desinteresarse completamente del respeto a los derechos humanos: guardan silencio y cobran. ¿Cómo se puede callar ante un país que, tras juicios irregulares, encarcela a quienes expresan críticas, defienden los derechos de las mujeres, promueven los derechos humanos o abogan por la causa de la minoría chiita? Los abusos no se limitan a esto: se registran miles de trabajadores migrantes explotados y detenidos arbitrariamente en condiciones terribles. Además, el recurso a la pena de muerte no se detiene.

Por todas estas razones, el sportwashing debe ser contestado y los deportistas pueden dar una señal personal. A diferencia de lo que hicieron Cristiano Ronaldo, Neymar, Xavi Hernández y muchos otros deportistas, hay quienes se han destacado por su sentido de humanidad y justicia. En 2018, Arabia Saudita organizó un evento de tenis al que fueron invitados los mejores jugadores. Lamentablemente, en ese momento, el gobierno saudita estaba en el centro del debate internacional debido al asesinato de Jamal Khashoggi, ocurrido en el consulado saudita en Turquía. Por este motivo, Roger Federer decidió no participar, rechazando una compensación de aproximadamente un millón de dólares.

A pesar de que las noticias no muestran signos de mejora, sino más bien un aumento de este fenómeno, se espera que cada vez más personas involucradas en el mundo del deporte, desde los fanáticos hasta los atletas, se despierten y se rebelen contra la horrible práctica del sportwashing. Esta práctica, además de ser un grave peligro para los derechos humanos y enriquecer a monarcas criminales, ensucia la camiseta del deporte con una mancha de sangre difícil de lavar.

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